En la Región de Ñuble hay aproximadamente 4.200 inmigrantes radicados, según cálculos del Observatorio Laboral Ñuble (OLÑ). Por otra parte, según datos aportados por el Departamento de Extranjería, casi un 90% de visas otorgadas a extranjeros fueron por razones laborales, mientras que el 13,5% restante fue por estudios.
Al analizar y comparar estos datos con el Censo de 2013, se puede concluir que en 5 años la población extranjera creció un 150% y que ha ido aumentando paulatinamente su presencia en el mercado laboral, situándose en cerca del 5%.
Al revisar las comunas de destino informadas por los inmigrantes, destaca Chillán, que concentra el mayor número de las visas, con más de 70%. Sin embargo, un cuarto del registro corresponde a comunas de mayor ruralidad, algunas de las cuales sugieren que la migración se ha consolidado como aporte a la actividad productiva del sector agrícola.
Así, el panorama de la inmigración está comenzando cambiar en Ñuble y no solo en cantidad, sino también en el perfil de los extranjeros. Ya no se trata solo de personas de bajas calificaciones que buscan oportunidades de empleo, también hay una creciente migración por reunificación de las familias y de profesionales calificados que vienen a competir con los chilenos. En Ñuble, el 50% declara tener estudios universitarios y un 12,3%, estudios técnicos.
¿Estamos preparados para este cambio?
Pese a que Ñuble fue forjada por inmigrantes, la realidad muestra que somos bastante ambivalentes frente a este fenómeno, pues diversas encuestas de opinión revelan que no se reconoce el aporte de los extranjeros, se mira con desconfianza la competencia por los empleos y se les paga menos que a los chilenos, como lo estableció un reciente estudio del Observatorio Laboral.
El trabajo del centro de estudios perteneciente a la UBB-Sence concluye que la burocracia que existe para que puedan validar sus títulos es lenta y compleja, tarda más de seis meses en promedio, lo que marca el inicio de una ruta de precariedad que se traduce en relaciones asimétricas con sus eventuales empleadores y que termina en salarios más bajos y discriminación.
Las historias de inmigrantes haitianos que trabajaban por 5 mil pesos diarios y no tenían días de descanso le dan rostro humano a esta inequidad laboral que pone más cuesta arriba un proceso que ya es muy complejo, como es alejarse del propio país e insertarse en otro donde aún hay resistencia al cambio cultural de aceptación y reconocimiento de una mayor diversidad que llegó para quedarse.
Aún es prematuro analizar localmente los alcances de la inmigración en el mercado del trabajo y la economía local, pero lo que sí es claro, y debería preocuparnos, es la situación de precariedad que afecta a muchos que llegaron con la esperanza de una mejor vida, pero se han estrellado con escasas oportunidades e injustos salarios.