Por casi tres días, el incendio que afectó a la Reserva Ñuble, en el sector Los Peucos de la comuna de Pinto, concentró todos los esfuerzos estamentales que implican una alerta roja.
Las razones, evidentemente, se afirmaban en que se estaba dañando un área protegida de la naturaleza ñublensina, y que la tragedia de las cerca de 4.700 hectáreas que ardieron en 2105 dejó un real temor en la región.
Esta vez, el siniestro no fue tan lejos. “Ya está totalmente controlado, por lo que las brigadas y aeronaves se retiraron del lugar, quedando solo personal del equipo de guardaparques vigilando que no haya rebrotes por los fuegos que permanecen subterráneos, debido a que algunas raíces pueden seguir encendidas”, explica el director regional de Conaf, Domingo González.
Según el reporte de la corporación forestal, se quemaron 290 hectáreas de robles, coigües, ñirres, matorrales y pastizal, sin embargo, no se registraron muertes ni daños a huemules ni pudúes, ni ningún otro tipo de mamífero grande que habitan en la reserva natural.
Respecto a las causas, siguen siendo investigadas por el equipo de peritos de Conaf, a quienes se sumó en los últimos días a la SIP de Carabineros y “aún no se nos ha informado de ninguna causa probable”, añadió González, quien sí descartó que “durante esos días haya habido tormentas eléctricas”.
Una cifra que alarma
Si se trata de causas que se puedan descartar, Domingo González pareciera, hoy más que nunca, en total posición de decir que “ninguna”.
Esto porque pese a los esfuerzos realizados a través de campañas preventivas que desde el año 2012 la Conaf ha puesto en marcha para generar conciencia en los cuidados que se debe tener al entrar en bosques o interfases, cuenta con una serie de documentos y estudios hechos en los últimos años que dan cuenta de una realidad alarmante.
“Casi la mitad de los incendios registrados en los últimos años fueron intencionales. Y si no es el 50%, fue un 45%, pero no menos, lo que claramente nos preocupa”, dice.
Pese a esto, las cifras de detenidos por este delito, no supera el promedio de una persona al año, incluyendo a quienes el Ministerio Público ha formalizado por incendio como consecuencia de negligencias.
Y de ellos, solo a dos se le ha privado de libertad, uno de ellos como autor del megaincendio de Quillón que terminó con 23 mil hectáreas, en 2013.
Hallazgo de acelerantes, la comprobación de la existencia de puntos relativamente distantes pero casi simultáneos de arranque de fuego o, como en el caso del incendio de 2013, testigos, han sido algunas de las evidencias encontradas con mayor frecuencia.
De todas formas, estos ocho años de insistentes campañas mediáticas han hecho que Ñuble sea una de las pocas regiones del país en la que la tasa de incendios ha marcado una baja sostenida en el tiempo, tanto respecto a los que se generan en predios forestales, reservas naturales o en las interfases.
La mayor en 20 años
El incendio de la Reserva Ñuble estaba en pleno desarrollo cuando el intendente, Martín Arrau, advirtió que “esto nos da una demostración de lo que será la próxima temporada de incendios en Ñuble, por lo que hoy más que nunca tenemos que tomar conciencia y evitar que por descuidos nuestros se repitan estos desastres”.
En la Conaf saben que no se trata solo de palabras bien intencionadas, y que por el contrario, hay un sustento natural completo tras la preocupación evidenciada por el intendente.
Domingo González establece que, en efecto, hay señales complejas.
Por ejemplo, “el INIA estableció en uno de sus estudios que este año el vigor de la vegetación es la mayor de los últimos 20 años, es decir, hay una biomasa que supera a la existente en las últimas dos décadas. Ya para diciembre, esta se empieza a secar y se transforma en material combustible”.
Añade que llevamos décadas de déficit hídrico, un cambio climático que ha aumentado las temperaturas promedio de casi un grado y medio y una serie de factores climáticos que anticipan fuertes vientos.