Señor Director:
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, desde el año 1993 nos invita a recordar el día 22 de marzo, la
importancia del agua dulce para la vida. La conclusión es simple e indiscutible: sin agua, no hay vida. Entonces, nace la pregunta: ¿Qué hago yo para cuidar el agua? Las respuestas no son tan simples, más bien variadas y complejas: “No es mi tema”, “El Estado debe garantizarla, “Yo pago para tenerla”, “Es política pura”, y un largo etcétera que nos margina de ser parte de la solución.
En mi actividad profesional, por muchos años, he realizado incursiones por la montaña, bosques, ríos, lagos y otras fuentes
naturales. Mi conclusión personal es muy simple: “Soy parte del Ciclo del Agua”. Lo indiscutible, la población aumenta aceleradamente y lo discutible es cómo apoyamos a la naturaleza frente a este aumento de población y sus necesidades básicas.
En nuestra región de Ñuble aún tenemos el recurso hídrico, pero mayoritariamente en invierno que se vierte al mar a través
de los ríos y en primavera-verano disminuye en forma lastimosa afectando toda la vida silvestre, animal y humana.
Ha sido una política pública por muchos años, retener una porción de agua cuando existe abundancia y liberarla cuando
existe escasez en el río a través de los embalses Chillán, Punilla y Zapallar. A quienes en forma legítima se oponen, invitarlos
a entregar públicamente soluciones técnicas fundadas en beneficio de la comunidad. Quedarse en la crítica tiene beneficios
pequeños a corto plazo, pero irrelevante para las nuevas generaciones. Mientras cuidar el agua y su calidad, también es mi
responsabilidad, aportando con un grano de arena al Ciclo del Agua y que invito a todos a reflexionar.
Juan Francisco Saldías Muñoz