La educación ambiental se basa en la premisa de que las acciones individuales sí importan, sin embargo, en general, tienen poco impacto en las variables ambientales. Reducir, por ejemplo, el consumo de leña de una casa en un par de metros al año, es marginal en el entendido que el 90% de la población de la intercomuna usa biomasa para calefaccionarse. El reciclaje es otra acción ciudadana asociada a decisiones individuales. ¿Cuál es su impacto? Muy marginal. Simbólico.
En todo caso, lo simbólico no es malo. De hecho es muchas veces necesario. Las batallas ambientales se dan efectivamente en el ámbito de lo simbólico. Pero mientras unos pocos reciclan (solo el 0,03 por ciento de la basura que genera Chillán se reutiliza), aumentamos nuestro consumo exponencialmente.
Las estadísticas son reveladoras y contundentes: la generación de basura en Chillán creció 34% los últimos 7 años. El reciclaje seguirá siendo una acción individual marginal mientras el costo de disposición de residuos siga siendo bajo.
No habiendo incentivos económicos para reducir nuestros residuos domiciliarios, la motivación ambiental de carácter altruista seguirá siendo insignificante. Lo mismo pasa con los sistemas de calefacción menos contaminantes, como la electricidad o el gas.
Por otra parte, para ampliar el análisis habría que preguntarse si son igualmente marginales los impactos negativos de las acciones individuales. En este caso la respuesta es negativa, pues la sumatoria de acciones individuales en el uso de leña siempre generará impactos ambientales negativos de mayor alcance. Se trata de conductas individuales que en la mayoría de los casos tienen una lógica económica. En éste, el bajo costo y la ausencia de combustibles alternativos de similar costo y menor impacto.
¿Cuáles, entonces, son las acciones individuales no concertadas que generan impactos ambientales positivos, no marginales? Probablemente ninguna. La acción individual no impactará a no ser que logre escalar, concertarse o bien generar una estructura de acción mayor.
Los desafíos ambientales no se dan en el marco de las acciones individuales, por mucho que se intente “evangelizarnos” de lo contrario. Los desafíos se dan en las acciones concertadas, en políticas públicas sólidas e innovadoras, debidamente financiadas y respaldadas políticamente.
Lamentablemente, lo que hemos visto los últimos años con la implementación del Plan de Descontaminación Ambiental (PDA) en la intercomuna y las acciones destinadas a incentivar el reciclaje de desechos, han sido débiles en todos los sentidos: presupuestario, político y educacional.
En consecuencia, de no salir de la archiconocida fórmula del recambio de estufas, de mediar un escalamiento en la búsqueda de soluciones innovadoras, la promesa del PDA de limpiar la atmósfera de Chillán, lo mismo que la declarada intención de tener una política local de reciclaje, seguirán adscritas solo al ámbito de las acciones ambientales individuales, apenas simbólicas.