Para los chillanejos se ha transformado en algo natural, sin embargo, el deterioro del centro de la ciudad no tiene nada de natural y es deber de los ciudadanos exigir mayor calidad de vida, para que el residir, comprar, educarse, trabajar o hacer trámites en esta zona neurálgica de la urbe sea una experiencia agradable.
Desde el punto de vista urbano, destaca el paulatino despoblamiento del centro, puesto que la ciudad se ha transformado en un centro de servicios, lo que ha privilegiado la ocupación de inmuebles para el comercio y los servicios, desplazando la vocación habitacional hacia la periferia.
La gran cantidad de sitios destinados a estacionamientos, las externalidades negativas del comercio ambulante, el cierre de muchos locales comerciales, que se viene dando desde fines de 2019, el deterioro de los edificios públicos y de la plaza de armas y la mala calidad de la iluminación, son los problemas más graves que se observan. El deplorable estado de las veredas también es parte de este inventario, pese a que actualmente se encuentra en ejecución varios contratos por 5 mil millones de pesos.
Y desde el punto de vista económico, la gran cantidad de comercio ilegal, y los problemas del mercado y del comercio detallista, muestran que algunos puntos del centro están dejando de ser atractivos para los consumidores.
Frente a este diagnóstico, cuesta encontrar iniciativas privadas que representen un gran aporte, y se extraña una política gubernamental que apunte en la misma dirección. De hecho, aún no se observan avances en términos de mejorar el transporte público, pese a reiterados y rimbombantes anuncios.
Cómo revitalizar el centro, entonces, es la pregunta. En primer lugar, se deberían destinar esfuerzos públicos y privados para potenciar el mercado municipal y la plazoleta Sargento aldea, a partir de su valor patrimonial, y proyectarlos no solo como espacios de consumo, sino que como el mayor hito turístico de Chillán. Ello implica mejorar tanto en su oferta como en infraestructura.
Paralelamente, se debe solucionar la problemática de la presencia de numerosos vendedores ambulantes ilegales, que representan una problemática social compleja y por lo mismo, el costo político de su erradicación también podría parecer alto en una primera mirada, pero el bien común resulta ser superior, por lo que el impacto para la popularidad de la autoridad debería marginal.
De igual forma y no menos importante, se deben dar pasos concretos y firmes hacia el mejoramiento del transporte público, así como también, urge implementar un plan de repoblamiento, que armonice la densificación con la preservación de la arquitectura de estilo moderno, que debe ser una prioridad a la hora de planificar el uso del suelo.
La preocupación por el protagonismo del cuadrante céntrico no es romántica. Es la certeza de una dinámica territorial que han tenido muchas ciudades, concentrando actividades económicas, capacidad de decisión, infraestructura, oferta de servicios avanzados y tramas relacionales.
En Chillán, evidentemente el proceso ha sido más intenso, disparejo e imperfecto y por lo mismo, constituye un desafío mayor que no se resuelve con discursos y ordenanzas, sino con una agenda de trabajo concreta de sus autoridades y la sociedad civil. Y en los hechos, eso se extraña.