Señor Director:
El favorable presente de la pandemia ha traído consecuencias. Una de ellas es el masivo proceso de desvinculación de funcionarios(as) de la salud que, en palabras del subsecretario de redes asistenciales, Alberto Dougnac, se justifica porque “en las condiciones de ahora no son necesariamente útiles y nosotros debemos irnos adaptando”. Más allá de la insensibilidad de la explicación, se trata de una medida tan preocupante como reveladora.
Es preocupante porque, a pesar del positivo avance de la vacunación y la baja tasa de positividad, la posibilidad de enfrentar alzas en los contagios no ha desaparecido. Además, a medida que se aplaca la amenaza viral, los servicios de salud deberán retomar las atenciones postergadas, por lo que parece poco sensato disminuir el personal médico.
Esto último nos conecta con el carácter revelador de la medida. Esta lógica de mover recursos y personas como si se tratase de existencias de un inventario responde al modo gerencial de administrar lo público conocido como Nueva Gestión Pública (New Public Management). Bajo este modo de administración, popularizado mundialmente en la década de 1980, los servicios públicos se organizan según el modelo de la empresa privada, es decir, lo público se somete a los requerimientos de eficiencia, productividad, disminución de costos, entre otros asuntos. Por cierto, esto no ha sido inocuo. El decidido avance de la privatización de los sistemas sanitarios europeos, con la consecuente aplicación de lógicas gerenciales a su administración, fue corresponsable de la incapacidad sistémica para enfrentar la pandemia.
Al ajustarse a este modo corporativo de abordar lo público, la decisión ministerial de reducir de manera drástica el personal de salud revela el escaso aprendizaje que las autoridades han obtenido de la catástrofe. La evidencia nos muestra con elocuencia que construir sistemas públicos de salud robustos es un imperativo estatal y, para que esto ocurra, lo público debe estar ajeno a las imposiciones de la razón empresarial pues avanzan en sentidos opuestos. Reflexionar en torno al sitio que le corresponde a lo público en la sociedad marcará la diferencia entre superar efectivamente la crisis o apenas sortearla bajo el riesgo latente de un nuevo colapso.
Álvaro Muñoz Ferrer Doctorando en Filosofía, Universidad de Chile
Malas leyes