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Desempleo mayor

La duración del desempleo tiende a aumentar con la edad y también el porcentaje de desocupados en desempleo de larga duración, es decir, que llevan buscando trabajo por 12 meses o más.

Así lo constata un estudio (“Análisis de la desocupación en Chile: ¿cuánto dura y cuál es la magnitud del desempleo de larga duración?”) de la Universidad Diego Portales, publicado en mayo pasado. Según el trabajo académico, entre los desocupados de 50 años y más se evidencia un aumento de la duración del desempleo en comparación a un año atrás, pasando de 8 meses en 2022 a 8,6 meses en 2023.

Igualmente, 1 de cada 5 desocupados de 50 años y más se encuentra en situación de desempleo de larga duración. Esto último es altamente preocupante, pues el desempleo de larga duración está asociado a riesgo de pobreza, deterioro del capital humano y problemas de salud mental y física, entre otros.

Por el contrario, los desocupados de 15 a 24 años tardan 2,9 meses en encontrar empleo, cifra menor al 3,4 registrado en 2022. Los desocupados de 25 a 34 años estuvieron 4 meses en esa condición, reduciéndose respecto a los 5,1 meses de hace un año. El segmento 35 a 49 años también registra una disminución de la duración del desempleo en el último año, pasando desde 6,9 meses a 5,8 meses.

Según la evidencia empírica, se trata de un fenómeno que está afectando de manera transversal tanto a profesionales como no profesionales, en todas las regiones del país, aunque con matices, y está asociado a la sustitución de personal más calificado por personas con menos experiencia. Tampoco se pueden desconocer los prejuicios o actitudes negativas de los empleadores respecto a los trabajadores mayores, que son vistos como menos productivos y más difíciles de capacitar que los jóvenes, y más resistentes a aprender e incorporar las nuevas tecnologías.

Esta precarización del mercado laboral que se viene acentuando desde hace una década, y que se caracteriza por la alta informalidad de los empleos, los bajos salarios y la demanda de trabajadores de menor calificación, tiene implicancias tanto para la economía local como para los propios trabajadores.

A partir de lo anterior, es conveniente insistir que en la medida que se mantenga la actual situación de baja inversión y bajo crecimiento, el mercado laboral no será “amigable” para ninguna actividad y grupo etario, incluido el segmento “senior”.

En el caso de estos últimos, quienes hoy están enfrentados a una alta vulnerabilidad, una percepción que ha sido confirmada por distintas encuestas de expectativas aplicadas en la zona, se abre la interrogante respecto del futuro de sus cotizaciones previsionales, precisamente en un escenario en que se debaten propuestas para reformar el sistema de pensiones y específicamente, elevar la edad legal para jubilar, que podría tener un efecto indeseado dadas las dificultades de empleabilidad que afronta la población de mayor edad en nuestro país.

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