Desempleo en jóvenes

Una dramática situación enfrenta un sector numeroso de la juventud de Ñuble, a causa del desempleo, con un presente precario y un futuro sombrío.
El desempleo de los jóvenes que participan del mercado laboral de la región, de 15 a 29 años, alcanza un promedio de 18%, vale decir, ocho puntos más que el promedio de desocupación de la población en general.
En concreto, se trata de más de 20 mil jóvenes de Ñuble que no están generando ingresos para sus hogares, que están viviendo a expensas del estado, que no están aportando al desarrollo de la región y del país y que no están ahorrando para su vejez, lo que significa, en otras palabras, que serán los pobres del futuro y que contribuirán a hacer más pesada la carga de gasto social para el fisco.
Con un mercado laboral que exhibe escaso dinamismo y una matriz productiva poco diversificada y altamente dependiente de los commodities, las oportunidades de empleo para los jóvenes profesionales y técnicos no abundan en la región, y por otro lado, la calidad de los empleos es menor, con una fuerte incidencia de ocupaciones elementales. Sin embargo, también se observa una masa poco densa de capital humano calificado, lo que se convierte en un problema para las empresas que buscan ciertos perfiles en rubros que exhiben un importante crecimiento, como la logística, la energía y los servicios.
En 1986, el economista Ralf Dahrendorf puso de manifiesto que el progreso técnico continuo iba requiriendo de los trabajadores prepararse para constantes calificaciones superiores. Por lo tanto, quienes no se actualizaban en conocimientos y habilidades verían reducirse sus posibilidades de empleo aún más, ya que el progreso técnico por sí tiende a reducir puestos de trabajo. Lo que sigue, para los que no se gradúan, es un camino en el cual se multiplicará la informalidad y la precariedad del empleo, de modo que es lógico prever que todo conduzca a una desocupación cada vez mayor.
Como es lógico, esa realidad es un serio obstáculo para quienes buscan trabajo y, en mayor grado, para quienes no se capacitan para las innovaciones que se van introduciendo, lo cual origina una brecha creciente que separa dos grandes grupos de la población. Por una parte, los que tienen un empleo formal estable, ingresos suficientes, han podido fundar una familia y cuentan con una vivienda digna, siendo todavía adultos jóvenes. Por otra, los menores de 30 años, con una capacitación limitada, a quienes los cambios que se operan van dejando excluidos, pues las oportunidades de trabajo formal se han convertido en un bien escaso y deben aceptar lo que se presenta, por lo común empleos precarios. Todo concurre así a la desocupación, a esperar ayuda del gobierno y, en algunos casos, a caer en la depresión o en reacciones violentas indeseadas.
Lo descrito permite sacar dos conclusiones. Una es la importancia de la formación continua de los jóvenes, a fin de que no pierdan oportunidades de trabajo. Una segunda conclusión tiene como destinataria a la sociedad adulta, en cuanto a tomar conciencia de las necesidades juveniles, de los proyectos de vida que se van frustrando y del agotamiento espiritual que en ellos también va produciendo.
Las nuevas generaciones no merecen un presente estéril y menos un futuro vacío, sin horizontes para el desarrollo personal y laboral.