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La asociatividad, aunque no corresponde a un fenómeno nuevo, se presenta como una alternativa innovadora que está en pleno desarrollo en nuestro país y que ha mostrado ser una herramienta útil para potenciar la capacidad de los gobiernos locales en materia de inversión pública local, optimización de recursos, captación de recursos humanos y transferencia de conocimientos.
De hecho, a nivel internacional la unión municipal es muy usada en países como España y Suiza, donde más del 70% de los gobiernos locales tienen acuerdos de colaboración.
La asociatividad tiene importantes ventajas, principalmente para los gobiernos locales más pequeños, ya que a través de un trabajo conjunto entre varios municipios es posible aprovechar de mejor forma las economías de escala para contratar con proveedores, adquirir bienes (maquinaria, por ejemplo) que se comparten entre los entes locales y también contratar profesionales que presten asesorías y apoyo a más de una municipalidad, pudiendo acceder a personal más capacitado y con experiencia.
Por otra parte, actuar de manera conjunta ante el gobierno central genera una fuerza de presión mayor y permite conseguir ser oídos y probablemente más recursos para ser distribuidos a nivel local.
Sin embargo, representar a municipios vecinos territorialmente, pero distantes en cuanto a la filiación política de sus autoridades, también supone una gran responsabilidad y requiere de una gestión transparente, inclusiva y muy eficiente, ya que la disparidad de realidades comunales es enorme y existe un importante número de entes locales que apenas logran realizar su gestión con pocos recursos y déficit de personal preparado, lo que reduce sus posibilidades de optar a fondos públicos.
Esta debilidad, que forma parte de la realidad de muchos gobiernos locales, debiera ser suplida a través de una instancia de asociatividad que les permita contar con más fondos y respaldo de gestión, y el aprovechamiento, en general, de acciones conjuntas que resultan mucho más exitosas que si se realizaran de manera individual.
La Región de Ñuble debería contribuir a un proceso de descentralización interno, donde las comunas vayan adquiriendo mayor autonomía, pero también más responsabilidades, aunque no todos los municipios están actualmente preparados para asumir un desafío de esta naturaleza.
En Ñuble existen tres asociaciones: la Asociación de Municipalidades del Valle del Itata, la Asociación Regional de Municipalidades de Ñuble y la Asociación de Municipalidades Rurales de Ñuble, todas con dispar funcionamiento y continuidad.
De todas formas, es bienvenida esta asociatividad, pero las municipalidades y los alcaldes que asumirán el 6 de diciembre no deben olvidar que, independiente del legítimo reclamo contra la amenaza centralista de Chillán que concentra la inversión pública de las provincias de Itata y Punilla juntas, tienen una gran tarea por delante, cual es prepararse para un nuevo contexto, donde tienen que ser más eficientes en la postulación de proyectos de bien común y transparencia en la administración de los recursos de decisión local. De lo contrario, se corre el riesgo de que el centralismo intrarregional aumente y las comunas vayan creciendo cada vez con más desequilibrio, todo lo contrario a lo que se buscó al crear la Región de Ñuble.