Señor Director:
En el marco de la Ley TEA, la reflexión de cómo hemos ido creando conciencia sobre la inclusión de niños y niñas a nuestra sociedad y, en especial, al sistema de salud y escolar, se puede mirar con una perspectiva positiva que está dando pequeños pasos. Sin embargo, no podemos olvidar que la realidad de salas, en que existe una diversidad total (todos los niños son diversos y aprenden de manera diferente), genera otra necesidad. Se requiere comprender que la inclusión requiere un esfuerzo mancomunado de nuestra sociedad que acepte tal individualidad en el progreso del aprendizaje, pero, sobre todo, que acepte que ello implica dar tiempos, estrategias y adaptar un sistema de un currículo tan rígido como el que poseemos.
No parece ser suficientes buena intenciones y reflexiones, sino que se necesitan cambios estructurales que acojan a los niños
neurodiversos desde su totalidad. Aceptar los ritmos de aprendizaje, aceptar y adaptar los contenidos a los esenciales, promover las fortalezas por sobre las dificultades y, especialmente, potenciar aquello que parece ser una particularidad positiva que impacta en todos (grupo curso). Aprender es un proceso continuo en el ser humano, que siempre va más allá de un diagnóstico y se centra en la capacidad de adaptarnos a los cambios y generar estrategias individuales para ello.
Entonces, la pregunta central sería no sólo qué diagnóstico tiene un niño y cuestionarnos cómo ese niño genera estrategias para adaptarse, ante los requerimientos escolares.
Claudia Figueroa
Académica Fac. Ciencias Rehabilitación UNAB