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Ñuble enfrenta uno de los mayores desafíos a nivel país, en relación a sus adultos mayores. Es la región que muestra la mayor tendencia de aumento de este segmento. Hace 20 años -cuando era provincia- ya estaba en el segundo lugar nacional con 12,5%, hoy se sitúa en 22% y se proyecta que para 2035 constituirá más un 33% de la población regional.
Adicionalmente, en las zonas rurales, que suelen tener índices de pobreza más elevados y un mayor porcentaje de habitantes sobre los 60 años, hay también más personas mayores dependientes.
Así lo mostró el último reporte del Observatorio del Envejecimiento para un Chile con Futuro (PUC- Confuturo), donde se confirma que Ñuble es la región con el nivel más alto de población rural (30,6%) y de población envejecida (22,6%), es la que tiene la tasa más elevada de personas 60+ dependientes, alcanzando un 20%. Le siguen la Región del Maule y Valparaíso con un 17%, La Araucanía con 16% y Los Lagos con 15%.
Sin duda, se trata de una situación preocupante: aumenta la población adulta mayor y con ellos los costos de asegurarles una atención de salud.
Igualmente, no cabe duda que con el incremento de la esperanza de vida, la demanda por atención de salud ha cambiado de manera importante, a una velocidad mucho mayor que la capacidad de adaptación del sistema de salud público y privado.
La falta de especialistas en enfermedades propias de los adultos mayores es uno de los ejemplos más comunes, pero hay otros efectos que son igual de transversales, como el costo de tratamientos médicos y los cuidados.
Sin embargo, las recomendaciones de expertos chilenos y extranjeros no han tenido suficiente eco para enfrentar este desafío en los próximos años, como es la formación de personal médico y de enfermería especializado en gerontología. No hay suficientes becas de especialización y tampoco se han puestos los incentivos adecuados para que los profesionales jóvenes se interesen en esta área de la salud.
Igualmente, lo que se requiere ahora es poner énfasis en la prevención de patologías crónicas, como la hipertensión arterial, asma y diabetes mellitus, que permitan a los adultos mayores tener una mejor calidad de vida. También invertir en lugares de esparcimiento para que la gente mayor pueda desarrollar actividad física, educarse para una vida saludable y reducir los altísimos niveles de obesidad.
Los desafíos son enormes, y no solo tienen que ver con más profesionales, sino también con otros aspectos de la salud.
Por eso también es fundamental trabajar con las personas en edad media, que serán los adultos mayores de la mitad del siglo 21.
¿Cómo se están preparando hoy para tener una buena calidad de vida en el futuro? ¿Qué grado de conciencia existe en estos adultos jóvenes respecto de la necesidad de preocuparse de su salud y vida sana para evitar tener una vejez complicada?
De la respuesta a esas preguntas dependerá en mucho la calidad de vida de más de un tercio de la futura población regional.