Las diferentes medidas de prevención para prevenir la propagación del coronavirus en torno a la zona urbana de Chillán y Chillán Viejo, han reducido las ventas de prácticamente todas las tiendas, en un período de adaptación ineludible, donde se necesita recobrar ciertas dinámicas para volver a poner en marcha algunos sectores de la economía, sin descuidar la higiene extrema y la distancia social que se impone como la fórmula para convivir durante los próximos meses.
Ese es el contexto en que las personas debemos producir. No es aceptable el inmovilismo que puede matar de hambre y ser más letal que el propio Covid-19. Cuando la economía sufre un fuerte golpe y no solo a nivel mundial y nacional, sino familiar e individual, debemos encontrar nuevas vías.
Un momento clave de este proceso es la reactivación de negocios y comercios que pueden usar las nuevas tecnologías de la información. Plataformas digitales, aplicaciones, pedidos a domicilio, ya tan habituales para comida y farmacias, pueden transformarse en un modelo expansivo hacia otras actividades, pero para ello deben superar algunos aspectos.
Antes de la pandemia y del efecto covid-19 sobre la economía, las empresas y los consumidores tenían el e-commerce como una asignatura pendiente para desarrollar que siempre estaba en el listado del deber ser, pero los 120 días de que ya cumple ya emergencia sanitaria ha hecho que temas como el teletrabajo y el comercio electrónico evolucionen y sean una realidad anticipada, muy a pesar de que han desnudado sus deficiencias y baja calidad.
Para nadie es un secreto que el teletrabajo estaba entre los pendientes de las empresas y era una suerte de sueño laboral romántico de las personas, percepción que ha ido cambiado con el paso de los meses. Situaciones como la mala calidad del internet, el bajo poder de navegación, los regulares equipos computacionales en los hogares y hasta el inmobiliario deficiente, son realidades antes no tenidas en cuenta en los anhelos del home office.
Lo mismo ha ocurrido con el comercio electrónico, que si bien estaba más crecido que los dos anteriores, ha desnudado muchas deficiencias en todos los aspectos. El fantasma de la inseguridad al poner el número de una tarjeta de crédito sigue rondando. El otro problema tiene que ver con el servicio al cliente, la calidad de lo comprado versus lo recibido sigue siendo mala y no hay quién responda.
La pandemia no puede ser una excusa para desatender la responsabilidad que los organismos reguladores tienen con el desarrollo de esta modalidad que llegó para quedarse, pues es su función proteger a los consumidores en un mundo post pandemia donde lo físico dará paso a la virtualidad.
Hoy lo más importante para la economía es la manoseada cuarta revolución industrial que dota los intercambios comerciales de plataformas antes inexistentes como es el comercio electrónico y el dinero digital. Se puede hacer negocios desde la casa, se puede teletrabajar, se puede socializar y muchas más situaciones otrora impensables; hay que tener la certeza que vivimos una nueva normalidad y que el punto es no ser resistente al cambio.