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El cambio climático, la incorporación de mayor tecnología en el manejo y la cosecha, el mejoramiento del riego, pero principalmente, las nuevas tendencias de los mercados, mueven a pensar que muchos cultivos en Ñuble tenderán a desaparecer y dar paso a otros con mayores rentabilidades y ventajas competitivas para la exportación.
No se puede negar que el futuro de la agricultura en Ñuble, así como en el resto del país, está ligado estrechamente al comportamiento de los mercados internacionales, dado que las perspectivas de desarrollo del sector tienen directa relación con el crecimiento que exhibe la demanda mundial por alimentos, como consecuencia del aumento de la población mundial y de los consumidores.
Las nuevas tendencias en materia de alimentación saludable, la mayor demanda por productos orgánicos, las fuertes exigencias en materia de inocuidad y trazabilidad, la irrupción de las economías emergentes, la competencia de otros países productores en la región, el desarrollo de nuevas variedades, la presión por elevar los rendimientos y la oportunidad que representan los cultivos transgénicos, son todas variables que determinarán una nueva configuración del mapa agrícola de Ñuble.
Hoy, en la región se puede observar un rápido crecimiento en la superficie de frutales y vastas superficies destinadas a los cultivos industriales. Un escenario ideal para el desarrollo de una agricultura moderna, que ya está forzando los precios del suelo al alza, tal como se viene observando en algunas zonas de riego, donde las fuerzas del mercado actúan en razón de los retornos esperados.
Y este proceso de reconversión, que se irá implementando de la mano del desarrollo de la agroindustria, debiera traducirse en la transformación de Ñuble en una región frutícola de primer nivel, donde la inversión en tecnología deberá ir acompañada del mejoramiento del capital humano, y por tanto, de los salarios.
Para enfrentar este cambio, sin embargo, es fundamental una adecuada planificación del desarrollo, de manera de evitar que la reconversión natural termine convirtiéndose en una concentración de la propiedad de la tierra en manos de unos pocos actores externos, y en la lápida de la identidad rural de Ñuble.
Es claro que se requiere un impulso modernizador potente, fruto de un trabajo público-privado (gobierno, universidades y empresas), con una política de incentivos audaz, para lo cual -a diferencia de una década atrás- las autoridades hoy tienen nuevas herramientas derivadas de los cambios legales a los gobiernos regionales. Pero sobre todo, para mejorar la competitividad del agro regional se necesitará el compromiso del empresariado y de los agricultores para incorporar innovación y conocimiento a sus actividades productivas.
Detenernos en este tema siempre será pertinente, pues la economía de la Región (empleos, salarios y productividad) sigue porfiadamente a la cola del país, pese a tener potencial para estar siempre de la medianía de la tabla hacia arriba.