Señor Director:
El primer debate entre los candidatos a la presidencia de Estados Unidos fue beligerante y caótico. Donald J. Trump realizó numerosas interrupciones y estuvo notoriamente a la defensiva. Joseph R. Biden, por su parte, lo llamó payaso y hábilmente empleó recursos emocionales para llegar a los espectadores que perdieron algún ser querido producto del coronavirus.
El debate fue lo menos presidencial que hubo y uno de sus momentos más controversiales fue la incapacidad de Trump de condenar a supremacistas blancos, lanzado solo evasivas.
Esperemos que el próximo debate de vicepresidentes del 7 de octubre, en Utah, esté a la altura de los votantes que esperaban un intercambio racional para sacar al país adelante. Según las simulaciones de The Economist, la victoria será de Biden. Por ahora, este debate no cambió nada de lo esencial en un momento en que, siguiendo a Thomas Friedman, la democracia estadounidense vive la dramática destrucción de su inmunidad cognitiva, esto es, la habilidad de distinguir lo verdadero de lo falso.
Camilo Barría-Rodríguez