Qué tienen en común el alcalde de La Florida y el presidente de El Salvador. Tanto Rodolfo Carter como Nayib Bukele han emprendido una ofensiva contra el crimen organizado con amplia publicidad, para lo cual han utilizado métodos no convencionales.
En efecto, usan el combate contra las mafias como una forma de supuestamente amedrentar a la delincuencia, aun cuando los resultados están por verse. Sí tienen una diferencia importante: Bukele es presidente en ejercicio de El Salvador y Carter quiere ser presidente de Chile, a partir del despliegue mediático y farandulero en materia de represión al crimen organizado y al narcotráfico en su comuna.
Para ello ha utilizado un resquicio legal, demoler aquellas construcciones que no cuentan con permiso de edificación, las cuales ha identificado como “viviendas narco”. Por cierto, que aquí no corre la ley del mono, como probablemente para un porcentaje mayoritario de las ampliaciones en La Florida, las cuales no cuentan con permiso de construcción. Bukele, por su parte, ha construido una cárcel para cuarenta y cinco mil presos, es como si encarcelara a toda la población de Puerto Varas o a San Carlos, sin atender sus necesidades básicas, como es el alimento, entre otras cosas.
Es evidente la violación de los derechos humanos por parte de Bukele, pero tiene un mayoritario apoyo de la población. El porqué de esta conducta del gobernante y del apoyo popular se encuentra en una sociedad donde imperan las bandas criminales y la ausencia del estado, situación que data de muchos años. Esto terminó en una respuesta desesperada y extrema a una situación igualmente desesperada y extrema.
Carter, por su parte, quiere convencernos que es el Bukele chileno y que vivimos una situación parecida como la que ocurre en El Salvador. No tiene pudor en utilizar este discurso para pavimentar el camino a la presidencia, actuando cual flautista de Hamelin para que lo sigan los adictos a los matinales, a quienes les traspasa la sensación de inseguridad y miedo.
Por cierto que La Florida dista mucho de parecerse a El Salvador, por mucho que Carter quiera convencernos de lo contrario para transformarse en el Bukele chileno. No obstante ello, nos plantea un desafío importante como sociedad, debemos evitar que Chile empiece a transitar hacia un camino sin retorno, como fue el camino que El Salvador empezó a recorrer hace muchos años. Y ello es responsabilidad de todos, pero hay alguien que es el principal responsable, el Estado y los gobiernos, que tienen la obligación, por sobre todo, de entregar seguridad a la sociedad. De hecho, es la principal obligación del Estado y sus órganos policiales y judiciales.
El Salvador es un Estado Fallido y las consecuencias están a la vista. Por ello es que al Estado le corresponde asumir sus obligaciones con el consenso y apoyo de todos, para dar respuesta a los temores de la gente. De modo que Bukele siga siendo un personaje ajeno a nuestra realidad y Carter se quede en su casa de la Florida, acompañado de sus perros y el permiso de edificación al día para evitar la demolición. El día que ello ocurra, significa que los barrios y las ciudades chilenas son más seguros.