La industria turística local representa una importante fuente de ingresos para la futura Región de Ñuble y pese a sus falencias, tiene un potencial de crecimiento enorme, a partir de atractivos diversos derivados de su riqueza natural y cultural, siempre y cuando su explotación sea abordada de manera profesional, estratégica, sustentable y a largo plazo.
Es evidente que el enclave cordillerano es el destino que seguirá capturando la mayor atención dentro de la oferta de la nueva región, no obstante el potencial de Ñuble no se agota allí. Una muy variada naturaleza permite ofrecer alternativas diferentes, como la costa de Cobquecura y Buchupureo, además de una rica tradición campesina y una historia que recoge mitos, heroísmo y acciones relevantes para la formación de la nación chilena.
Pero aprovechar esta alentadora proyección, requiere una suma de factores, más allá del posicionamiento que ya tiene, de modo que el visitante extranjero o nacional sea igualmente un vocero para nuevos turistas. Ello supone contar con un excelente servicio en hospedaje, gastronomía, infraestructura caminera, personal capacitado que maneje idiomas, información y formación histórica y cultural, que vaya mucho más allá de lo que el turista conoce por Internet antes de venir a la zona.
La mala noticia es que estamos bastante deficitarios en todas esas materias, como lo han concluido estudios realizados por casas de estudios superiores, como también constata la experiencia y comentarios que dejan los visitantes. Desde ambas fuentes de información la conclusión a la que se llega es la misma: hay debilidades en el servicio y en la hospitalidad de su entrega, poca especialización, escaso manejo de inglés, déficit de infraestructura sanitaria, entre otros problemas.
A nivel empresarial pasa lo mismo, pues se constata un alto porcentaje de pequeños y medianos operadores que desconocen técnicas para la administración de sus negocios, una alta fragilidad financiera y alta rotación de trabajadores.
Es pertinente, entonces, ahora que la región puede trazarse una hoja de ruta propia para su desarrollo de Ñuble, llamar la atención respecto de estos datos que contribuyen muy poco a la consolidación de una imagen de región turística, que es lo que deberíamos lucir, sin faltarnos razón. Pero, como más de una vez hemos planteado desde esta columna, ello no ocurrirá si no somos capaces de desarrollar primero una cultura del buen servicio y la hospitalidad. Tiene sentido plantearlo de esta manera, porque se sabe que un turista atendido con responsabilidad, amabilidad y respeto, se convierte en un buen promotor de las bondades locales e invita a otros a venir a esta zona.
Puede ser cierto que las debilidades diagnosticadas no anulan el atractivo de nuestras bellezas naturales, pero no cabe duda que lesionan el prestigio de la actividad local e hipotecan su proyección de crecimiento. No hay ningún servicio que pueda soslayar la responsabilidad que se debe tener en el trato al turista. Asumirlo de esa manera representa parte importante de ese activo social al que se denomina “cultura turística” y que es uno de los grandes desafíos de la Región de Ñuble.