Más de una vez, desde estas columnas, hemos destacado la actividad de los emprendedores de Ñuble y de aquellas organizaciones que apoyan su labor. Ocurre que ni unos ni otros reciben, todavía, el reconocimiento que merecen y esto sucede realmente porque se ignora hasta qué punto es valiosísimo el aporte de los que conforman la llamada “cultura emprendedora”.
La Región de Ñuble aún se caracteriza por tener un nivel muy bajo de emprendimiento y más todavía de innovación. De acuerdo a los datos entregados por organizaciones regionales, las cifras estimadas para Ñuble indican que de un total de 2 mil proyectos presentados al año a distintos fondos concursables, solo poco más de 450 logran algún financiamiento para hacerlo realidad. Algo que, según expertos, ocurre, primero, porque aún los recursos están demasiado centralizados y por una falta de asesoría técnica para los postulantes.
Sin embargo, para tratar de disminuir estas falencias, algunas entidades locales han incursionado positivamente en estrategias para promover, fomentar y, principalmente, facilitar el acceso a fondos. Los desafíos para generar un mayor emprendimiento en nuestra región descansan en la posibilidad de descubrir oportunidades que ofrece el mercado global y para ello se debe establecer una estrategia de fomento de la cultura del emprendimiento en el sistema educativo.
Y para alcanzar ese objetivo es importante no esperar un diseño desde el nivel central, sino que generar una propuesta regional que incorpore el concepto de emprendimiento al currículum de la educación escolar, tanto básica como media. No existen barreras legales y todo depende de la voluntad y capacidad de proyectarse de las autoridades locales y de los sostenedores de la mayoría de los liceos de la zona.
El mundo está cambiando demasiado rápido como para darnos el lujo de seguir sin prestar atención al enorme potencial para el futuro de los emprendedores locales, que serán los próximos empresarios ocupados en construir una mejor provincia de Ñuble.
En el ámbito privado se está avanzando, pero es desde el sector público que se necesita que se desarrollen los puentes y las redes indispensables para que esta cultura emprendedora empiece a hacer valer su presencia positiva en todos los rincones de Ñuble. Pero no todo es labor del Estado, sino que principalmente quienes impulsan la innovación y el emprendimiento son los formadores de nuevos emprendedores. En este sentido, las instituciones educativas, en todos los niveles, tienen un rol clave en la generación de una cultura innovadora.
Es posible destacar algunos de estos conceptos, como la conciencia de que el emprendimiento es transversal al currículo de estudio, que se debe formar desde la infancia y que existen valores y actitudes que favorecen una nueva idea, tales como la responsabilidad, la perseverancia, la creatividad, la flexibilidad, la reflexión y el análisis.
Dado el presente escenario, podemos señalar que el sistema educativo está en deuda con la misión de desarrollar capacidades y actitudes claves para el emprendimiento, lo mismo que con el objetivo de ser un agente socializador temprano.
Ñuble tiene que hacerse cargo de sus debilidades y apostar por superarlas, pero esa labor supone un cambio de mentalidad de sus propios habitantes, tanto para saber vender lo que se posee, como para hacerlo atractivo y competitivo para el resto del país.