De manera cada vez más notoria, una corriente incesante de innovaciones se incorpora en la vida contemporánea. La sociedad de nuestro tiempo se ha mostrado dispuesta no sólo a aceptar los cambios que se van introduciendo, sino a estimularlos, pues los considera necesarios para dar curso a las aspiraciones generales de progreso social y económico. Así es cómo las figuras de los innovadores y emprendedores han ganado estima por responder al desafío de una época ávida de novedades, como se demuestra en áreas tan dinámicas como las vinculadas con el desarrollo tecnológico, que, al permitir su producción a escala industrial, acceden pronto al gran público.
La actividad de los innovadores y emprendedores es más que el fruto de una positiva capacidad intelectual, porque lanzarse a la aventura de crear y llevar adelante un emprendimiento innovador supone confiar en las propias fuerzas sin desmayar ante fracasos iniciales; ser tenaz para ensayar, reconocer errores y rectificarlos; estar dispuesto a enfrentar obstáculos imprevistos, y no ceder en la meta propuesta hasta alcanzar la satisfacción del éxito.
Precisamente, son esas cualidades nada comunes de innovadores y emprendedores las que han movido a las instituciones de educación superior, a promover y alentar su actividad mediante su incorporación en los programas de estudios de sus alumnos y varios proyectos han logrado convertirse en prometedores negocios, incluso recibiendo aportes económicos del Estado para su desarrollo.
Pero el proceso emprendedor no sólo debe remitirnos a nuevas empresas, sino también a las ya constituidas. Hoy, muchas empresas necesitan “repensarse” y descifrar las nuevas posibilidades de una realidad que siempre admite ser redescubierta. Las políticas públicas, en tanto, están llamadas a contribuir al desarrollo de una cultura emprendedora, pero debe tenerse en claro que la misión del Estado es asegurar un contexto favorable para que puedan nacer y concretarse las iniciativas individuales. Una vez logrado ese objetivo debe apartarse y dejar el camino libre a la gestión empresarial privada.
El desafío debería ser alentar la valoración social del emprendedor y promover su figura como motor de la economía y como modelo humano. Por lo demás, el Estado debe también proveer otros elementos de vital importancia, como información actualizada sobre mercados, tecnologías, fuentes de financiación, posibilidades de alianzas, nichos o sectores con potencial de crecimiento.
A la hora de hacer un balance, hay hechos positivos como fue la creación, a principios de este año, del Comité de Desarrollo Productivo Regional, compuesto por actores públicos, privados y de la academia, con atribuciones para tomar decisiones en materia de gestión presupuestaria y asignación de proyectos que vayan en apoyo de las pequeñas y medianas empresas. En la misma línea se insertan los tres programas que lanzaron el Gobierno Regional y Sercotec, orientados a promover la creación y el fortalecimiento de las pymes locales.
El mundo está cambiando demasiado rápido como para no prestar atención al potencial de nuestros emprendedores, que están llamados a ser los próximos empresarios ocupados en construir una mejor región