En las últimas semanas se ha incrementado el número de contagios a niveles que han superado los momentos más crítico de la pandemia por covid-19 en la región, reflejándose en diferentes indicadores, incluida la ocupación de camas críticas de las unidades de cuidados intensivos.
Por eso, el anuncio que hizo ayer el Ministerio de Salud no debería sorprendernos: una nueva cuarentena total para la ciudad (la cuarta desde el inicio de la crisis sanitaria), y la misma medida para Ñiquén y Trehuaco, que se unen a Coihueco y Coelemu, totalizando un 55% de la población regional bajo confinamiento absoluto desde este jueves.
Es indudable que el manejo de esta crisis sanitaria supone una problemática cultural y social, donde las conductas colectivas han condicionado negativamente la capacidad para responder ante la emergencia.
El decreto de una cuarta cuarentena así lo demuestra y es muy lamentable que así sea, pues revela que en 12 meses aprendimos poco o nada para enfrentar el mayor desafío sanitario y social en la historia de las actuales generaciones.
Confinarse es la medida más básica, pero también es un instrumento muy costoso, porque hunde la actividad económica local y destruye puestos de trabajo, como también porque hace sufrir a una población que está muy susceptible, que ha aguantado un año esperando acciones efectivas que le garanticen algún grado de tranquilidad.
Lamentablemente, hoy esa población se debate entre la falsa idea de una rápida inmunización y el fastidio por el regreso de la cuarentena, mientras la autoridad, que no tiene más receta que las desgastadas cuarentenas, sigue sin convencer y comunicar adecuadamente la gravedad de lo que ocurre. Los errores conceptuales, los cambios de mensaje, las señales confusas, han sido una constante y de seguro el peor aspecto a evaluar cuando dentro de 5 o 10 años se evalúe la gestión de esta pandemia.
Se necesitan autoridad, orden, unidad y una comunicación del riesgo mucho más eficiente del Gobierno, pero el ciudadano también tiene que entender que su vida, la de su familia y la de los demás dependen de la disciplina. Si esta no existe, el único ganador será el virus.
Desafortunadamente, en Ñuble y sobre todo en Chillán, la población ha mostrado de manera persistente elevados niveles de relajo frente al tema, e indiferencia ante los riesgos que representan ciertas conductas, especialmente la participación en reuniones sociales y familiares sin respetar medidas de autocuidado. Que 76,9% de los brotes que actualmente hay en la región sean de origen intradomiciliario, no es un dato irrelevante.
¿Se pudo evitar esta cuarta cuarentena? Por supuesto que sí. Pero lamentablemente faltó solidaridad y disciplina social. No debemos olvidarlo.