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Crecimiento y empleo

La cifra del Imacec de julio informada ayer, que mostró una variación de 18,1%, viene a confirmar un proceso de reactivación que se comenzó a observar hace un par de meses, de la mano de los desconfinamientos, del que Ñuble no es ajeno.

Este resultado se explicó, principalmente, por la menor base de comparación de julio de 2020, la apertura gradual de la economía y una mayor adaptación a la emergencia sanitaria asociada al Covid-19.

Influyó en el Imacec la contribución de algunos sectores que presentan un gran dinamismo, como servicios, comercio, construcción e industria manufacturera, los que mostraron variaciones de dos dígitos.

Y si bien los números han mejorado el optimismo de autoridades de gobierno y de expertos, también subyace la preocupación respecto de la duración de este proceso, que podría perder vigor a partir de marzo, y de su verdadero impacto en el empleo, pues hasta ahora hay más de 700 mil puestos de trabajo perdidos durante la pandemia que aún no se han recuperado, entre ellos, más de 10 mil en la región de Ñuble.

En ese sentido, es justo mencionar que si bien el Gobierno destaca que en el último año se han recuperado 1 millón de empleos, un 75% de ellos son de carácter informal, vale decir, no tienen contrato y, por lo tanto, no cuentan con protección social.

Y es que la informalidad ha sido la respuesta de cientos de miles de chilenos frente a la crisis, pero también la solución para quienes temen perder los beneficios del Estado si suscriben un contrato, como los bonos IFE, que hoy son universales.

En el caso de la región de Ñuble, donde a diferencia del promedio nacional se mantiene una tasa de desempleo de dos dígitos, es preocupante constatar que la tasa de ocupación informal subió a 32% en el trimestre mayo-julio. En la práctica, el crecimiento de la economía regional no ha sido capaz de absorber el retorno de miles de personas al mercado laboral.

También es preocupante observar las dificultades que están enfrentando algunos sectores económicos para llenar sus vacantes, como el comercio, la gastronomía, el turismo, la agricultura y la construcción, entre otros, lo que revela un gran desajuste entre la oferta y la demanda de empleos, que se puede atribuir también a un problema de expectativas salariales, pues si bien ha habido un aumento de las remuneraciones en la mayoría de los rubros, las ayudas estatales están dejando la vara muy alta.

El riesgo es que la presión social por mantener estos ingresos de emergencia pueden empujar un encarecimiento del costo de la mano de obra, lo que podría profundizar la crisis de muchas empresas que recién de están recuperando, y con ello, frenar el crecimiento.

Es por ello que se valoran los esfuerzos del Gobierno por fomentar el empleo, a través de subsidios a la contratación, un esfuerzo fiscal que permite construir una recuperación más sólida, con empleos formales, que aquella basada en la entrega de beneficios sin una necesaria focalización y en el crecimiento del consumo, que como se sabe, es “pan para hoy, y hambre para mañana”.

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