Señor Director:
Ante los recientes escándalos, el estribillo de la clase política de que actúen las instituciones no debe hacernos perder de vista que la corrupción es ante todo un problema de ética pública: es la consecuencia de traicionar la confianza depositada por los ciudadanos para cuidar los bienes públicos. Luego, hay que recordarles a los gobernantes que en una democracia su responsabilidad política no comienza cuando un juez o fiscal los reconviene sino cuando los ciudadanos demandan explicaciones y sanciones.
Iván Garzón Vallejo
Académico UA