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Señor Director:
En el Chile de hoy se hace carne en forma dramática, la célebre frase de lord Acton, político y escritor inglés del siglo XIX: “el poder corrompe, y el poder total corrompe totalmente”. La corrupción es una agresión infamante a toda la sociedad, y especialmente a los más vulnerables, porque los recursos que debieran llegar a quienes los necesitan en razón de la precariedad de sus condiciones de vida, quedan enredados en las manos sucias y los bolsillos de políticos, jueces, empresarios y organizaciones creadas deliberadamente para captarlos. Lo que se ha visto en estas semanas en el plano judicial, en el llamado caso audios, es chocantemente expresivo de la corruptela que emporca a sectores del mundo privado, desviando hacia fines absolutamente abyectos, recursos que debieran tributarse y destinarse a bienes sociales.
Pero la corrupción ya ha invadido un amplio espectro de sectores de la vida nacional. Todo esto es muy grave y, a la vez, triste. En realidad, es una ingenuidad seguir insistiendo en que el nuestro es un país honesto. Muy por el contrario, hoy lo verdaderamente honesto es reconocer que nuestra querida patria está severamente herida por el flagelo maligno de la corrupción, en términos bastante generalizados, y que los responsables de haber arrastrado al país a esta calamidad son las élites dirigentes.
Gustavo Adolfo Cárdenas Ortega
Abogado