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Cooperativismo en el agro

Uno de los ejes de trabajo del Ministerio de Agricultura, en los últimos años, ha sido el fomento de la asociatividad entre los pequeños productores, de manera que puedan mejorar su eficiencia, reduciendo sus costos y accediendo a condiciones más favorables de comercialización. En ese contexto, la promoción del cooperativismo en el mundo agrícola ha trascendido gobiernos, convirtiéndose en una política que replica el concepto de “cooperativismo moderno” acuñado en Reino Unido, en la década pasada.

El cooperativismo es una forma de organización que data de fines del siglo 19, y encuentra su origen como una respuesta al impacto de la Revolución Industrial.

En Chile, las cooperativas representan cerca de 1% del PIB. Y si bien arrastran el estigma de la mala gestión que derivó en la desaparición de muchas en décadas pasadas, la asociatividad es la mejor manera de competir en mercados cada vez más competitivos, dominados por grandes empresas, donde las opciones de pequeños agricultores de acceder a canales de comercialización están limitadas por los volúmenes y lamentablemente, por prácticas anticompetitivas.

La asociatividad mejora la productividad vía economías de escala -por ejemplo, al reducir los costos-, sin concentrar propiedad, desafiando a las empresas tradicionales. Además, contribuye a la diversificación sectorial y regional y genera estabilidad que fortalece la economía y la democracia.

El éxito del cooperativismo moderno en Reino Unido, España, Nueva Zelandia, Francia, Australia e Italia, entre otros países, es un argumento de peso para apostar por este modelo en el agro chileno, caracterizado por la alta atomización de la propiedad de la tierra, un fenómeno que se observa especialmente en Ñuble, que también tiene una historia de éxitos y fracasos en ese ámbito.

En Europa, el 20% de los agricultores es socio de una cooperativa. En Francia, llega al 50%. En Holanda hay 3 mil cooperativas, su participación de mercado es del 70% y son responsables del 18% del PIB.

En Chile, Colun y Capel son ejemplos exitosos del modelo que ha permitido a miles no sucumbir ante una industria altamente concentrada y con distorsiones de precios que hacen cada día más difícil su supervivencia.

No obstante, se requiere mucho más que discursos y ejemplos para promover modelos asociativos en el agro chileno, pues no es sencillo enfrentar la arraigada desconfianza del hombre de campo, reacio a generar alianzas.

Precisamente este año, el Ministerio de Economía lanzó CoopDigital, plataforma que permite constituir cooperativas en forma remota, simplificando y agilizando los trámites.

En Ñuble, destaca el esfuerzo de un grupo de pequeños productores de uva vinífera en Quillón, quienes, con apoyo del Ministerio de Agricultura, conformaron en la década pasada la cooperativa vitivinícola Coovicen, que se ha transformado en un actor importante en el mercado local.

Se valoran aquellas iniciativas que promueven la generación de alianzas, encadenamientos productivos y emprendimientos colectivos en el agro, como las cooperativas, pues son la llave para que la pequeña agricultura pueda sortear con éxito los desafíos de la industria y contribuir al desarrollo, sin embargo, también es clave generar las condiciones de acceso al crédito, de infraestructura habilitante y de transparencia y competitividad en los mercados, para la obtención de resultados que beneficien a todo

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