Control al volante
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Bocinazos que no dan tregua, repartidores en motocicletas que serpentean de un lado a otro de la calzada, conductores que no respetan las leyes de tránsito y creen que señalizar está pasado de moda y peatones que prefieren cruzar a media calle antes que caminar unos metros y hacerlo en la esquina, como corresponde.
Todas estas conductas son parte del desgaste emocional que produce enfrentarse al laberinto del tráfico que por estos días existe en Chillán y que se ha puesto aún más caótico debido a trabajos en diferentes puntos de la ciudad. De hecho, actualmente hay más de una decena de puntos intervenidos, asociados a arreglos en avenidas y calles, que causan tacos, molestias vecinales e incluso accidentes menores.
Este antecedente debería servir como lección al municipio y al Serviu para no repetir los mismos errores cuando se inicien proyectos de similar o mayor envergadura en vías de alto tráfico, como ocurrirá el próximo año con la remodelación de Alonso de Ercilla.
Sería miope, sin embargo, responsabilizar a la actual coyuntura -asociada a una positiva modernización de nuestra infraestructura vial- del estrés y agresividad que desde hace un tiempo muestra buena parte de los 55 mil conductores que a diario circulan por la reducida e incompleta red vial de la capital de Ñuble. Por el contrario, debería llamarnos a meditar sobre la responsabilidad de ir al frente de un volante y convencernos de que acatar las normas de tránsito no sólo garantiza una razonable convivencia, sino también pueden ser la diferencia entre la vida y la muerte.
Un reciente estudio publicado en España concluye que el estrés al volante aumenta un 28% el riesgo de sufrir un accidente de tráfico. Además, las personas que conducen estresadas dejan de ver un 20% de las señales de tráfico y sufren el efecto “visión túnel” con un ángulo de visión inferior a 70 grados. También realizan más maniobras bruscas y aceleraciones.
Circular con estrés provoca una reducción de la concentración del 12%. Esto se traduce en que necesitamos más tiempo para tomar una decisión vital en una situación de riesgo. También provoca agresividad en la conducción, y reduce en un 66% la capacidad de recordar el trayecto realizado, complementa el estudio.
Como puede deducirse, el tema de la seguridad vial abarca a toda la comunidad y ya es hora que quienes viven en Chillán asuman que el antídoto más eficaz para los accidentes de tránsito es la cultura ciudadana que cada uno tiene que poner en práctica, sin importar si va a pie, en bicicleta o automóvil.
La falta de educación de tránsito y la irresponsabilidad y la agresividad frente al volante son temas sobre los que se habla mucho, pero se hace poco. Resulta preocupante constatar cómo en estos días, ante los problemas de conectividad y congestión que comienzan a emerger por las intervenciones antes citadas y que en algunos casos se mantendrán por mucho tiempo, en muchas personas aflora un instinto de dominio, prepotencia y poder.
Igualmente, con preocupación advertimos el comienzo del fin de la cortesía chillaneja y el arribo de una cultura desconocida, propia de urbes estresadas, marcada por gestos ofensivos, pérdida del sentido de la responsabilidad y violación deliberada de las leyes de tránsito.