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El alcohol es la sustancia psicoactiva más utilizada en el país, según el Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol, Senda, un 39,2% de la población declara haberla consumido recientemente. Además, el 50,7% de quienes beben declara episodios de embriaguez, evidenciando patrones de uso intensivos.
El alcohol actúa como supresor del sistema nervioso central, incluyendo el cerebro y enlenteciendo de su actividad. Su acción en el organismo se asocia a cambios en el estado de ánimo, en el comportamiento y autocontrol, además de afectar la capacidad para pensar y tomar decisiones.
Los cambios en el comportamiento de el cerebro dependen de la cantidad de alcohol que se consuma, siendo distintas entre una copa de vino a una intoxicación que llegue a la pérdida de consciencia. “Eso muestra que el sistema nervioso puede estar completamente deprimido, afectando todas las funciones del cerebro”, explicó el profesor del Departamento de Fisiología en la Facultad de Ciencias Biológicas, Dr. Luis Aguayo Hernández.
El académico describió que un solo trago puede dar una sensación de alegría, quitar la ansiedad y volver a las personas un poco más desinhibidos. Para el también Director del Programa de Neurociencia, Psiquiatría y Salud Mental (Nepsam) de la Universidad de Concepción, “el alcohol es un lubricante social. Esto significa que, si uno va a una cena, a una fiesta, va con timidez, y el alcohol te quita esa timidez, y ya después de un trago te permite conversar animadamente con el resto de la gente”, explicó.
A pesar de que la cantidad de alcohol ingerida sea muy baja, el estado de vigilia natural del cerebro se ve alterado. “El hecho de que disminuya el estado de vigilia significa que uno empieza a tener dificultades para hablar, tiene dificultades para tomar una llave y ponerla en la cerradura, falla la capacidad motora” ejemplificó Aguayo, destacando que, por ejemplo, cuando un individuo está bajo la influencia del alcohol y decide manejar, “podría tomar la decisión de sobrepasar un vehículo, haciendo los cálculos equivocados y provocando un accidente”.
Alcohol y medicamentos
El alcohol se vuelve especialmente peligroso cuando se combina con medicamentos, lo que puede generar toxicidad. El Dr. en toxicología y académico de la Facultad de Farmacia, Claudio Müller Ramírez, explica que esta sustancia tiende a modificar los procesos químicos de algunas sustancias que pueden ingresar al organismo, entre ellas los medicamentos.
Los riesgos de quienes mezclen ambas sustancias no solo se quedan en alterar el efecto benéfico, sino que también pueden generar cambios en la terapia o en el esquema terapéutico “o incluso generar cuadros de toxicidad, lo que se traduce en que se estaría en frente de un efecto dañino, perjudicial para la salud”, confirmó el docente.
Esta mezcla va a disminuir las funciones del sistema nervioso central y es particularmente peligroso si se consume junto a “algún medicamento que también sea depresor del sistema nervioso central, por ejemplo, las famosas benzodiacepinas, que son muy fáciles de encontrar en la mayoría de los hogares en nuestro país”, ejemplificó el Dr. Müller, siendo categórico en que “no es recomendable mezclar alcohol con ningún tipo de medicamento bajo ninguna circunstancia”. Repetir esta mezcla constantemente ayudaría a generar “un daño transitorio o bajo ciertas circunstancias un daño permanente en las funciones cerebrales”, puntualizó.
La recomendación de ambos docentes es consumir de manera responsable y consciente bebidas alcohólicas y jamás mezclarlas con medicamentos. “Ese punto involucra no solamente la biología, sino que también involucra la economía, la sociedad, los aspectos psicológicos. Por la sencilla razón de que como uno tiene una evolución compleja del estado que lo está afectando, es muy difícil de cuantificar objetivamente” analizó el Dr. Aguayo, reflexionando sobre la importancia de la formación y discusión de estos temas en los hogares y recintos educativos.