Señor Director:
La crisis climática es un fenómeno con el que definitivamente la humanidad está en deuda, pues no hemos sido capaces de tomar medidas profundas para detener su avance. En esto, las cifras hablan por sí solas: Menos del 30% del planeta está conservado y la vida salvaje ha disminuido en un 68% durante los últimos 50 años. Y si hacemos zoom en nuestro país, el gasto del Estado en conservación es de menos de dos dólares por hectárea y solo un 21% del territorio está bajo Áreas Protegidas.
Datos que evidencian que el Estado, filántropos y ONGs no pueden ser los únicos actores de la conservación. Así, actores privados han jugado un importante rol subsidiario de estas deficiencias. En este sentido, ha cobrado fuerza una tendencia, inspirada en el modelo Land Trust de EEUU, conocida como parques rurales de conservación, una figura de protección que tienen como finalidad resguardar el suelo agrícola, incentivar actividades forestales no maderables, promover la bioeconomía y fomentar la ruralidad como forma de vida.
Sin embargo, pese a lo innovador del modelo, no todo ha sido fácil en el desarrollo de estos proyectos, ya que líneas más puristas de conservación, buscan dejar a las personas como turistas de la naturaleza y no como protagonistas. Entonces, el camino parece ser el desarrollo de una gran alianza público privada para promoverla, porque definitivamente el Estado no podrá por sí solo, y el actual escenario no deja más espacio que sumar esfuerzos y entender que todos somos un actor relevante en ella.
Diego Varela Fundador de Biósfera Austral