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Concordia republicana

La elección presidencial del domingo representa, más allá de un cambio político importante, una prueba de madurez republicana para Chile. Con una diferencia significativa en las urnas, José Antonio Kast fue electo como presidente de la República, en una jornada democrática que, como acostumbra nuestra historia reciente, estuvo marcada por la alta participación y el claro reconocimiento del resultado por parte de los protagonistas políticos.

Los primeros gestos institucionales tras conocerse la victoria de Kast son dignos de destacarse. El Presidente en ejercicio, Gabriel Boric, cumplió con la tradición republicana de llamar por teléfono al presidente electo para felicitarlo y desearle éxito en la misión que la ciudadanía le ha confiado. La llamada, transmitida públicamente como un acto de transparencia democrática, no solo fue un reconocimiento formal del triunfo, sino una invitación al diálogo y a la colaboración en el traspaso de mando.

Más allá del mensaje protocolar, Boric fue explícito en su invitación a tender puentes: expresó su deseo de facilitar una transición ordenada y respetuosa, y reiteró la importancia de que el Presidente electo escuche y dialogue con diferentes sectores de la sociedad chilena para hacer frente a los desafíos que enfrenta el país. Este llamado al entendimiento entre fuerzas políticas, en un contexto social y político marcadamente polarizado, constituye un acto de responsabilidad cívica que merece ser valorado por la opinión pública.

En el mismo espíritu, Jeannette Jara, candidata derrotada, también se comunicó con Kast para felicitarlo por su triunfo electoral, reconociendo la voluntad de los votantes y subrayando la legitimidad del proceso. Su gesto, acompañado de un discurso donde demuestra respeto por las instituciones democráticas y reconocimiento por el adversario, refuerza la idea de que la política chilena puede superar las diferencias sin sacrificar la convivencia republicana.

Desde el propio discurso de Kast, pronunciado tras el cierre de las mesas de votación, se perciben también señales que apuntan hacia una gobernanza que busca incorporar tonos de amplitud y respeto. Más allá de la firmeza con que expuso sus prioridades -orden público, respeto a la ley y atención de los problemas estructurales del país-, el presidente electo insistió en que su mandato no es exclusivamente para quienes votaron por él, sino “para todos los chilenos”, y subrayó la importancia del respeto incluso hacia aquellos que piensan distinto.

Ese enfoque discursivo, que enfatiza diálogo, respeto institucional y la necesidad de buscar acuerdos en tareas de interés nacional, es un recordatorio oportuno de que la democracia no termina con las elecciones, sino que se sostiene día a día con gestos y prácticas que fortalezcan el tejido republicano. Gobernar implica reconocer la diversidad de opiniones y construir soluciones que apunten al bien común.

En tiempos donde la polarización puede fragmentar rápidamente a una sociedad, estos signos republicanos -el reconocimiento de resultados, las felicitaciones institucionales, las invitaciones al diálogo y el llamado a gobernar para todos- son los pilares que deben sostener el nuevo ciclo político chileno. Más que simples formalidades, son expresiones de un compromiso con la democracia que, si se consolidan en acciones concretas, pueden contribuir a un Chile más unido y con mayor capacidad de enfrentar sus desafíos colectivos.

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