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Conciencia de la escasez hídrica

En la conmemoración del Día Mundial del Agua, instaurada por Naciones Unidas en 1993, los expertos hacen hincapié en la necesidad de cuidar este recurso que cada vez es más escaso. De hecho, en el contexto del cambio climático y del aumento de la demanda, se estima que en Ñuble la disponibilidad de agua dulce disminuirá en un 30% en los próximos 30 años.

Esta situación que afectará a gran parte del país en el corto plazo ha volcado la preocupación del Estado en definir un plan de acción que tiene por objetivo adaptarse a los cambios, hacer un uso más eficiente del agua y generar respuestas para aumentar la seguridad de suministro.

En el caso particular de la agricultura, los esfuerzos del sector público, del sector privado y de la academia están puestos en distintos frentes, como aumentar la inversión en infraestructura de riego, apoyando principalmente a pequeños y medianos regantes, así como también en aumentar la capacidad de almacenamiento, mediante embalses, tranques y acumuladores.

También se han realizado cambios en el ámbito normativo, como el fortalecimiento de las organizaciones de usuarios de agua y la modificación del Código de Aguas, con un rol más protagónico del Estado y facultades extraordinarias en épocas de crisis.

Además, hay una preocupación en el ámbito de la investigación por medir efectivamente el consumo, a través de la denominada “huella del agua”, un instrumento que permite identificar cuánta agua se requirió para la elaboración de determinado producto o para la realización de alguna faena, de manera de trabajar en la optimización del uso del recurso y ahorrar su consumo.

También se trabaja en el monitoreo de precipitaciones y caudales de cursos de agua superficial, en la modelación de escenarios futuros de disponibilidad, en la proyección de demanda, en el desarrollo de sistemas de gestión eficiente de los recursos y en proyectos innovadores de tecnificación del riego.

A ello se suma la identificación de especies que se adaptan mejor al estrés hídrico, lo que constituye un aporte fundamental en el ámbito genético, pero también económico.

El contexto actual, en que se vive una sequía prolongada que ya suma más de una década en la zona y que los expertos afirman que llegó para quedarse, plantea los desafíos antes mencionados, pero también un desafío en cuanto al cambio cultural que se requiere en la sociedad: una cultura del ahorro y del uso eficiente del agua, una cultura de la previsión y de la planificación, que no se logra solo con más recursos públicos.

Si bien se valora el énfasis que ha puesto el actual Gobierno en el fomento al riego a los pequeños productores agrícolas, que en la Región se tradujo en un fuerte aumento de los recursos para subsidiar proyectos de tecnificación, la arista social y cultural es igual de relevante.

El uso eficiente del agua atraviesa todos los quehaceres de la sociedad y pese a las dramáticas consecuencias que genera la sequía, principalmente en los segmentos más vulnerables del mundo rural, la evidencia muestra que día a día el derroche de agua sigue patente. En ese sentido, existe una responsabilidad de todos, por adaptarse al nuevo escenario y hacer un uso más eficiente de un recurso natural cada día más escaso.

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