¿Cómo uno se vuelve adulto y maduro?
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La frustración, la desdicha, la depresión, la infelicidad tanto en la pareja, en el trabajo, o en las relaciones humanas, se deben a que nuestra cultura perdió sus ritos de paso. Es decir, aquellos trabajos-simbólicos y reales- que nos hacen pasar de la infancia al autodominio de la adultez. Esta misma palabra ya la define: valiente autodominio de sí mismo. Por ejemplo, en la cultura mapuche, para hacerse hombre (equivalente a weichafe “guerrero”) había que emprender un solitario y largo viaje. El joven debía cruzar la montaña a caballo, exponerse a múltiples peligros en el desierto argentino, conseguir mujer y volver con ella(s), con platería en los arreos y llangkas en las alforjas para pagarle a la jueza divina el balseo de su alma el día de su muerte. Pero hoy, ¿cuándo se madura en Chile No basta responder “cuando se va a estudiar fuera”, “cuando uno alcanza la independencia económica”, o “cuando alguien forma pareja”. Eso solo sería autonomía de gastos y ejercitar determinadas decisiones según la pauta cultural. Pero desde la perspectiva psicológica y humana integral, esos no son indicadores, porque en nada aseguran que el hijo/a haya realmente madurado y crecido. He aquí algunos criterios más certeros.
1-Cuando se deja de culpar a los padres por la propia realidad o infelicidad, cuando se asumen los errores y frustraciones como propias o como pasos en falso de responsabilidad personal.
2-“El varón debe serle infiel a la madre”, afirma Jung. Es decir, superar el complejo de Edipo y con ello crecer autónomamente, pero a la vez tenerla como aliada protectora; alejarse de ella, pero que nos bendiga tras cerrar la puerta que nos llevará en pos de nuestro incierto camino. Los grandes mitos antiguos enseñaban que cuando un hijo se queda con la madre, muere; a causa de la pasión devoradora de esta que lo manipulará a su antojo. Un hijo/a debe evitar a toda costa ser mera prolongación de ella, es decir ser castrado. Porque la madre manipula para anularlo sin querer, aunque en el fondo desearía haber engendrado algo muy diferente a ella: a todo un dios.
3-Es preciso emprender una travesía, salir, buscar e imitar al padre…hasta llegar al propio. Implica superar el complejo de Electra, en el caso de la hija. Vale decir, la madurez llega cuando se realiza una hazaña que nos auto-otorgue la identidad y la autoridad, para llegar a ser uno/a mismo/a su propio padre. A veces, como Guilgamesh, implica escuchar la instigación o el llamado del cielo (Shamash), implica arriesgarse en lo desconocido y volverse instrumento del cielo penetrando hasta en el misterio de la muerte. Así, los tesoros más preciosos no se dan en un “jardín natural”, en un cómodo Edén donde no se corre ningún riesgo. De ahí que todo adulto, según James Hillmann, en su oración debiera declarar “Padre nuestro, que estás en el Cielo y en el mar de mi odisea”.
Es decir, uno madura cuando hay aceptación del propio destino. Se trata de ser fiel a la voz interior, reconocer el daimon singular, teniendo el valor de ser y ejercer quien uno es: fidelidad a sí mismo, aunque eso a veces implique quedarse sin familia. Estamos hablando de tener el valor de ser atrapado por algo más grande y fuerte -una misión personal- con lo cual conformar nuestra vida.
Tal como lo hace una amiga de la Patagonia chaitenina, que desde los 25 años anda sola por el mundo, y cuando llega a su autoconstruido hogar de madera, en las noches de intenso temporal siente miedo. Y se tranquiliza diciendo “pero yo elegí estar así, a solas conmigo misma”. Es decir, se refugia en su fortaleza meditativa, en el núcleo más hondo de símisma donde se conecta y disuelve con el uno y el todo. Al cabo de una hora recogida, esboza una sonrisa de madura serenidad.