El verano de 1939 no fue fácil para Nicanor Parra Sandoval. El terremoto del 24 de enero lo había encontrado en Chillán, ciudad a la que había regresado un par de años antes para trabajar como profesor del antiguo Liceo de Hombres. El movimiento telúrico de ese verano terminó por alejarlo de la región en donde nació, para siempre. Según cuentan testigos de la época, el futuro Premio Cervantes no habría soportado el dolor que le causó la pérdida de alumnos y colegas profesores, cuestión que lo hizo abandonar Chillán por estos días hace 82 años.
Durante las últimas décadas son innumerables los estudios en torno a su poesía o, mejor dicho, a su antipoesía. Uno de ellos fue publicado hace un tiempo en la Revista Atenea de la Universidad de Concepción y fue escrito por el docente de la Universidad de Chile Manuel Jofré.
En el artículo se abordan varios aspectos que dicen relación con el comienzo de su vida como poeta (o antipoeta), precisamente en Chillán, en donde vivió su infancia y gran parte de su formación elemental junto al resto de su famosa familia. El artículo titulado: “Nicanor Parra, flâneur en Chillán”, plantea que la primera tesis universitaria sobre Parra data de 1954, y fue realizada en la Universidad de Chile por el poeta y académico Sergio Hernández. “Hasta ahí, la producción primera del poeta de San Fabián de Alico no había sido examinada con detalle, prolijidad y atento análisis en ninguna ocasión previa”, precisa. Luego llegaría otra tesis, la del catedrático Ernesto Pfeiffer (también profesor de la Universidad de Chile), quien indagó en los sucesivos desplazamientos del clan familiar más vitoreado del país.
El catedrático plantea además que luego de vivir un tiempo en Chillán (cuando Nicanor era un niño), la familia se traslada hasta Lautaro, luego a Santiago, regresando al cabo de unos meses a la ciudad sureña. “La segunda estadía en Chillán es entre 1927 y 1932. El joven Nicanor llega de 12 años de edad y es estudiante en el Liceo de Hombres de Chillán, cursando humanidades hasta el quinto año. Vive en el barrio de Villa Alegre, también llamado posteriormente Ultraestación. Aunque de este período no subsiste ningún escrito, sus primeras composiciones infantiles y juveniles debieron generarse en estos años”, plantea.
El año 1932, Parra se va a Santiago a estudiar al Instituto Nacional Barros Arana para regresar a Chillán en 1937 convertido en un profesor e inspector. “En síntesis, en la segunda década del siglo XX Parra ve Chillán desde la mirada fugaz de un niño, en la tercera década ya posee una mirada juvenil de un estudiante y en la cuarta década ya es un joven profesional y docente”, escribió Jofré.
Entre esos años, Nicanor publica sus primeros poemas: “Gato en el camino” y “Sensaciones”. Para el docente, “Chillán fue un espacio privilegiado para la primera reflexión poética pa-rriana. Su permanencia como profesor de matemáticas, entre 1937 y 1939, le permitió a Parra distanciarse del mundo lárico, naturalista y regionalista. Sus poemas de la última parte de la década de los 30 evidencian una insistente búsqueda en lo histórico, lo folklórico, lo popular, lo surrealista y el romance”.
La experiencia aterradora
Manuel Jofré indica que todos los poemas que el vate publicó en 1939 pudieron ser escritos en Chillán. Ese año, inclusive escribió dos para la Revista Atenea de la Universidad de Concepción: “Cantos cotidianos” y “Sinfonía”. A estos les seguirán “Cantos paralelos”, “Soledad primera” y “Canto final”, entre otros. “Es posible que la omnipresencia de la muerte, a inicios de 1939, con el terremoto de Chillán, haya dejado una huella indeleble en estos poemas. La experiencia límite de ese verano, que convirtió Chillán en un cementerio, marca la escritura. De allí en adelante, la muerte, personificada, erotizada, relativizada, nunca más desaparecerá de la antipoesía”, escribió Manuel Jofré.