En más de alguna ocasión, la artista y docente Alicia Valenzuela dio a conocer su deseo de que el Mural “Ñuble, Luz, Greda y Canto” en la Estación de Ferrocarriles de Chillán fuera restaurado.
Lo hizo siempre, incluso en pandemia, cuando a pesar de las restricciones viajó desde Santiago a Chillán para visitar la pintura que ella misma formó con sus manos hace 30 años, ayudada por alumnos de la Universidad del Bío Bío.
Captar la esencia de esta zona para introducir a los visitantes al campo, a las tradiciones y a la alfarería fueron sus objetivos y hoy, por fin, la artista puede decir que ve su sueño cumplido.
Este año, el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio aprobó un proyecto presentado por la Agrupación La Favorecedora. Katterina Osorio Campanella es la encargada del proyecto que se adjudicó 25 millones de pesos para los trabajos. Katterina es, como lo fue Alicia, docente de la Universidad del Bío-Bío y además, licenciada en Artes, diplomada en Conservación y Restauración del Patrimonio Histórico Artístico y candidata a doctora del mismo programa de la Universidad Complutense de Madrid. Llegó al proyecto cuando Alicia y su hija Arlette comenzaron a preguntar quién podría tomar esta responsabilidad. Gracias a un arquitecto amigo, llegaron a Katterina, quien ya tiene experiencia asesorando varios trabajos del mismo tipo, entre ellos, la restauración del mural Historia de Concepción, hecho por Gregorio de la Fuente en la Intendencia del Bío Bío.
Los trabajos de restauración del mural comenzaron este jueves y aunque Alicia no pudo estar presente en el inicio de este desafío que durará tres meses, sí lo hizo su hija, Carla Ibarra Valenzuela, quien además es parte del directorio de la Asociación de Pintores y Escultores de Chile.
En la ceremonia en que se dio por iniciado el trabajo, Carla recordó que también fue parte de la elaboración del mural. “Estuve pintando en el año 1993 el mural. Viajé intermitentemente yo creo una unas cinco o seis veces a pintar algunas secciones del mural y bueno, ahora tengo muchas emociones, mucha historia acerca de este trabajo que recoge el patrimonio cultural de la zona de Ñuble. Estoy contenta también de ser parte de la restauración, digamos, acompañando todo este proceso y, bueno, espero que todo salga bien y que tengamos de nuevo, reluciente el mural, así como se dejó hace 30 años atrás” destacó la artista.
Historia
Alicia Valenzuela comenzó a pintar el mural en 1992 y lo finalizó el año 1993. La composición y el contenido general de este mural, está inspirado en las artes populares y en otros motivos folclóricos que han dado carácter especial a la Región de Ñuble.
El mural se inicia en el muro poniente, con las figuras más tradicionales de la cerámica de Quinchamalí y una locera. En tanto, hacia el oriente, se encuentra el tejido a telar primitivo de Minas del Prado, la cestería y el tejido a mimbre de Roblería y que junto con el tallado en madera de Coihueco, exaltan los valores de la tradición artística, manual, popular y anónima.
En el muro norte está el motivo central, una mujer con su pelo adornado con Copihues y el sol que proyecta sus rayos estilizados. El rodeo chileno, la vendimia, el cultivo de la tierra, la cueca, el hilado y el mate adquieren vida y presencia en un total de veinte figuras humanas, junto a otros elementos angulares.
Alicia lo pintó ayudada por alumnos de la misma Universidad del Bío-Bío en donde ella hacía clases. La propia Alicia Valenzuela contó detalles de la obra en un trabajo audiovisual que tuvo por objeto documentar los trabajos realizados en la década de los noventa. “Se ve la riqueza de la tierra. Hay un huaso que está saludando a los pasajeros que llegan. Empezamos a trabajar el 15 de diciembre de 1992, cuatro estudiantes. Trabajamos incluso sábados y domingo, fue un trabajo bastante pesado. Tampoco es un trabajo en donde uno quede conforme en un momento determinado, es creación permanente, porque pintar figuras humanas es complejo y necesitamos a muchos modelos”.
“Nosotros quisimos destacar lo que es nuestro, nuestras raíces folclóricas, el valor que tiene Quinchamalí, la casa de campo, las costumbres como el rodeo y todo lo que implica estar en el centro de Chile. También la mujer chilena con ese copihue rojo en su pelo. También está la riqueza de la tierra en su área de agricultura”, dijo.
La historia cuenta que se trabajó ocho horas diarias incluyendo sábados y domingos.
En tres meses más los trabajos finalizarían si todo sale bien. Este mural se suma a la noticia de la recuperación de la obra de Julio Escámez en la Municipalidad de Chillán, ciudad de murales.