Nadie podría hoy rebatir la idea que el conocimiento es un factor capaz de aumentar la riqueza económica, lo mismo que potenciar el capital humano con que cuenta una sociedad. Las naciones llamadas emergentes y algunos de los países más ricos del mundo han sido capaces de comprender esta dinámica y han invertido grandes recursos en promover la ciencia, la investigación y fomentar la innovación y el emprendimiento.
Primero, hay que tener presente que, contrariamente a lo que suele pensarse, no se requieren 50 años para avanzar sustancialmente en este tema. En la medida que exista voluntad, recursos y personas dispuestas a correr riesgos y a atreverse, esto es posible siempre que existan las instancias para que esos proyectos puedan desarrollarse.
En segundo lugar, hay que entender que no se puede avanzar en estas ideas sin que existan también los recursos destinados a promoverlas y más concretamente, corregir la valoración sobre pequeñas y medianas empresas, cuya participación en el PIB local ha ido decayendo y podrían encontrar aquí una oportunidad de frenar este comportamiento negativo, cuya expresión más sensible a nivel regional es la pérdida de casi 4 mil empleos en los últimos 12 meses.
Buscando las causas y las soluciones de este problema conviene ir más atrás y preguntarse qué se hace para educar desde la infancia en habilidades y valores para emprender e investigar. Lamentablemente, la educación escolar está más enfocada a los resultados que a los procesos, los jóvenes buscan obtener la mejor calificación más que aprender del procedimiento para lograr la meta y subvalora e incluso castiga los errores que ocurren en el camino, no obstante el error es precisamente un factor clave de la cultura del emprendimiento y la innovación. Por último, los medios de comunicación, ahora ampliados hasta límites insospechados por las nuevas tecnologías, están en las condiciones casi ideales para traducir la ciencia a la comprensión de la gente.
Esta nueva responsabilidad debe ser asumida, como siempre, con el mismo nivel de excelencia y de honestidad intelectual que cualquier otro tema, en la convicción de que este tipo de información es vital para los tiempos que vivimos, y más aún para los que vendrán.
Este es el siglo del conocimiento y en él la Región de Ñuble debe aprender a competir y a dar vuelta indicadores negativos como el que se conoció a principios de esta semana: del total de recursos que invierte la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo de Chile, en la Macrozona Centro Sur que abarca desde la región de O’Higgins a la del Biobío, Ñuble ocupa solo el 1%, lo que la ubica como la región con menor captura de recursos para la investigación científica.
Los números no mienten y el diagnóstico es claro. La duda es cuánta convicción existe para transitar el camino de la innovación y no quedarse solo en buenas intenciones o rimbombantes discursos.