La dualidad de posibles usos, positivos o negativos, constituye siempre un riesgo en los medios que el hombre crea y emplea luego masivamente. Las redes sociales en constante expansión no escapan a esa alternativa, ya que junto con la suma tentadora de contactos que ofrecen, también abren la probabilidad indeseada de su aplicación a fines perjudiciales. El daño se torna más factible cuando los usuarios son menores.
Se trata de una desviación que es más frecuente de lo que parece, y que durante la crisis sanitaria, económica y social causada por el covid-19 se ha incrementado. Según el Estudio Nacional sobre Ciberacoso en Pandemia, entregado días atrás por el Gobierno, un 49% de los jóvenes entre 15 y 29 años reconoció haber sido acosado virtualmente, al menos una vez durante el último trimestre del 2020. Un 88% dijo haber sido amenazado por internet o redes sociales y el 65% de los encuestados dijo haber sido testigo de ciberacoso.
El estudio reveló que una de las secuelas más graves del encierro para niños, niñas y adolescentes es la relación entre ciberacoso, depresión y el uso de redes sociales. El 27% de los encuestados reconoció, incluso, lo insoportable de la situación por lo que no temió en responder que se haría daño a sí mismo.
A nivel gubernamental, el Ejecutivo anunció urgencia para una moción que modifica la Ley General de Educación en esta materia, lo que debe valorarse este proyecto de ley, en cuanto se hace cargo de una problemática social, pero también debe existir claridad que su solución excede a la dictación de normas y al endurecimiento de las sanciones. Las redes sociales son parte de la realidad cotidiana de cualquier persona y de cualquier grupo familiar y ante sus desvíos el papel que les corresponde a los padres es crucial y remite al cuidado que siempre han ejercido sobre sus hijos, desde el momento mismo de nacer.
¿Cómo deben actuar los padres, docentes y todos aquellos adultos que estén en contacto o a cargo de niños y adolescentes para cuidarlos, ponerles límites, pero no por ello invadir su espacio personal o avanzar sobre su intimidad?
En primer lugar, los adultos debemos comprender que todo el mundo puede estar expuesto a sufrir algún delito en Internet, por eso se recomienda siempre a todos los usuarios no dar nunca información muy precisa o muy personal por este medio. De la misma manera, entonces, deben actuar con sus hijos: enseñarles a no dar datos muy íntimos, a no hacer citas con gente que no conocen o sobre qué tipo de fotos suben a la red.
En síntesis, se trata de recomendaciones cuya eficacia dependerá de una acción conjunta entre padres e hijos, a fin de aprender a cuidar el valor de la privacidad y servirse mejor de un medio tan apto para el desarrollo de las relaciones sociales, pero que en el caso de niños y adolescentes por ser “nativos digitales”, en contraposición con la mayoría de los adultos que los rodean, su capacidad de utilizarlas hace que dependan aún más de ellas y que estén más expuestos a los riesgos que conllevan.