Uno de los problemas más evidentes de la ciudad ha sido la falta de planificación urbana, que se expresa principalmente en la vialidad y cuyas consecuencias conocen bastante bien los chillanejos y chillanejas de diferentes sectores. Por lo mismo, la preocupación por dotar a la capital de Ñuble de una mejor infraestructura vial es compartida por diversos sectores y buena parte de la ciudadanía. Sin embargo, es tal la envergadura de recursos que se necesita, que los avances en la cartera de proyectos son lentos y en general desalentadores.
Ello explica, en parte, la enorme mora en esta materia y que haya pasado casi un cuarto de siglo desde que se configuró el primer diseño de la Avenida Circunvalación, el tercer acceso a Chillán por el poniente o la propuesta de ensanchar Alonso de Ercilla, que recién comenzará a concretarse este año: 25 años después de ser presentada y divulgada a la comunidad por La Discusión. Así lo consigna una publicación del 27 de abril de 1998.
¿Qué ha ocurrido para llegar a esta relación inversa entre la expansión inmobiliaria y el crecimiento del parque automotor y la construcción de soluciones viales capaces de responder a esa dinámica?
Los más críticos de lo que fue la gestión municipal de este período (que se divide en dos gobiernos alcaldicios: Aldo Bernucci y Sergio Zarzar) afirman que se trata de un agudo y prolongado problema de baja calificación profesional, derivado de la politización de cargos técnicos y que fue un enorme obstáculo para avanzar en el diseño y postulación de los proyectos. Otros, desde una mirada más política, afirman que la ciudad careció de un liderazgo potente, capaz de abrir puertas en el nivel central, independiente del ciclo político, ya sea para promover proyectos y obtener el financiamiento, como también para acelerar el diseño y aprobación de los mismos.
Y si bien es fácil encontrar argumentos que confirmen estas visiones, lo importante ahora no es lamentarse sobre la lentitud y supuesta incapacidad que tuvieron administraciones municipales pasadas, sino que apoyar a la actual administración para la postulación de una cartera de proyectos viales que requiere el siempre esquivo financiamiento sectorial, tradicionalmente arrebatado por otras ciudades más grandes. En el contexto de una política presupuestaria que se avizora restrictiva, existe una alta probabilidad que Chillán nuevamente salga damnificado en la asignación de recursos para dar respuesta a las necesidades urgentes de vialidad de una ciudad que hoy es capital regional y tiene una deuda enorme en esta materia.
El llamado es, entonces, a todos los representantes políticos de la zona -lo que incluye al gobernador regional y al alcalde, al delegado, a los cores y concejales, y también a los parlamentarios y parlamentarias, a unirse y coordinarse para que se acelere la ejecución de los grandes proyectos viales que Chillán necesita.
Resolver el mayor problema de una conurbación que ya se acerca a los 200 mil habitantes requiere de autoridades unidas y competentes, y de compromisos que trasciendan los ciclos político-electorales.