Un material noble, versátil y duradero en el tiempo es el mimbre, utilizado por los artesanos para dar forma a diversos objetos que otrora eran útiles en el hogar, pero que hoy en día se han vuelto piezas de decoración muy cotizadas por los amantes de la vida campestre.
En Quillón uno de los últimos cesteros que aún trabaja la fibra es Juan Pablo Núñez, quien a sus 78 años entreteje los sueños de turistas y locales, forjando roperos, canastos, asientos y vistiendo chuicas, damajuanas y garrafas. Aunque él mismo asegura que “nada me queda grande”, a la hora de crear.
“A los seis años salí del lado de mi mamá y me fui con un padrino y el padrino trabajaba en mimbre. Él nunca me enseñó ni yo le pregunté a él cómo se trabajaba, sino que solo fijándome en lo que hacía aprendí a trabajar. Al tiempo ya sabía trabajar el mimbre mejor que él. ¡Mejorazo! (sic)”, contó Núñez.
Juan Pablo vendía sus creaciones en la escuela de su natal Coyanco, teniendo muy buena aceptación por ellos y ocupando el dinero para comprar polquitas, lienza para el trompo y otros juguetes. Nunca imaginó que en el futuro su arte le ayudaría a mejorar la cantidad de dinero que recibe de jubilación.
“A nosotros nunca nos faltó nada con mi padre. Yo me siento orgullosa de él y de que a sus 78 años siga trabajando en esto que tanto le gusta. Por lo que sé, él es el único que queda en Quillón que trabaja en mimbre, porque la otra persona que yo sabía que hacía artesanías ya falleció”, comentó Lilian Núñez, hija del mimbrero.
Si bien Juan Pablo hace 70 años que trabaja el mimbre, no fue sino hasta su jubilación que pasó de ser un pasatiempo a un modo de subsistencia. Sus labores anteriores en agricultura y como empleado de Conaf no le permitieron reunir el dinero suficiente para gozar de la vejez, por lo que se vio obligado a retomar sus artesanías.
“Esto me ayuda mucho, porque hay que llevar el peso de la casa. Hay que pagar luz, agua, gas, comprar leña; y la pensión que tengo no alcanza pa’ na’. Y esto (artesanías) de algo sirve para el pancito”, afirmó el cestero.
Una a una y con mucha paciencia, Juan Pablo Núñez prepara las varillas con las que da forma a sus artículos. Primero pelarlas, luego partirlas y por último descorazonarlas para que queden listas. No obstante, hay que dejarlas secar de dos a tres meses.
Una cuchara de alpaca sin mango, un pequeño bastón de madera terminado en cruz y una banca con cuchillas y clavos incrustados; son algunas de las herramientas que ocupa el artesano para confeccionar sus pedidos. Pero las más importantes de ellas son sus manos, que trenzan las huinchas de un lado a otro, dando vida a diversos artefactos, entre los que aún destacan los secadores de ropa para braseros.
De cuatro a cinco canastos grandes puede hacer el mimbrero en un día. Lo mismo respecto del vestido de las garrafas. Pero en cuanto a los canastillos y otros artefactos pequeños, puede llegar a los 12 diarios, sin mayores inconvenientes.
“El mimbre tiene que secarse para enjutar lo más que pueda. Cuando las varillas están bien secas, yo las empiezo a trabajar. Antes tengo que dejarlas en agua durante una noche para poder doblarlas y que no se me quiebren. Yo sé hacer de todo en mimbre, pero hago lo que más vendo solamente, porque muchas veces la gente no paga lo que vale este trabajo”, manifestó Núñez.
Días enteros pasa Juan Pablo trabajando en el taller que tiene en el patio de su casa. Allí lo acompañan su televisor y el perro de un vecino, que pareciera disfrutar viendo trabajar al artista. Sin embargo, más bien va para echarse en el pellejo del mimbre, que usa de cama y cobija.