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Catolicismo retrocede en Ñuble mientras crece el mundo evangélico y los “sin religión”

La evolución de las creencias religiosas en la Región de Ñuble, entre 1992 y 2025, refleja un proceso de cambio profundo en la vida cultural y social de sus habitantes.

El último Censo, difundido este año, dejó de manifiesto una pérdida de centralidad de la iglesia católica a nivel local y nacional. Si bien continúa siendo la religión con mayor proporción de fieles respecto a otras, ha experimentado una caída, tras analizar los registros censales de 1992, 2002 y 2024. Al contrario, el mundo evangélico y protestante ha logrado una consolidación, mientras las personas que se declaran sin religión han registrado un crecimiento explosivo.

En 1992, más de siete de cada diez ñublensinos se identificaban como católicos (71,8%), lo que evidenciaba un predominio casi absoluto de esta creencia en la comunidad. Diez años más tarde, en el Censo de 2002, el catolicismo descendió a 67,8% y en 2025 se reduce aún más, llegando a 53,8%. Esta caída de casi 18 puntos porcentuales en poco más de tres décadas refleja una crisis de pertenencia.

En paralelo, el mundo evangélico y protestante ha tenido un recorrido ascendente en Ñuble. En 1992 alcanzaba el 19,3% (sumando evangélicos y protestantes), cifra que se elevó a 21,4% en 2002 y a 23,6% en 2025. Aunque el crecimiento en términos porcentuales ha sido moderado, consolida la relevancia de estas iglesias como segunda fuerza religiosa, con gran influencia en sectores populares.

El crecimiento del grupo “sin religión” ha sido llamativo. En 1992 solo un 5,0% se reconocía indiferente, ateo o agnóstico. En 2002 este grupo subió levemente al 6,0 %, pero hacia 2025 se ha disparado hasta llegar a 19,9%, triplicando su presencia en dos décadas.

Las religiones minoritarias —judía, musulmana, ortodoxa, mormona y otras— han tenido en Ñuble una presencia estable, aunque reducida. Sus porcentajes rara vez superan el 1 %.

El ascenso de aquellos que se declaran no creyentes es visto, por algunos, como efecto de un mayor nivel de instrucción de la población, a partir de la masificación de la información a través de las redes sociales, lo que ha abierto la coexistencia de nuevos puntos de vista ligados a las ciencias.

“Opino que probablemente la mayor presencia de no creyentes o adherentes a esas religiones, en particular, quizás se asocia a los mayores niveles de educación en ciertos sectores de la población que lo han incrementado y los ha acercado a posturas más laicas o seculares. Tengo la impresión que los practicantes católicos se asocian más a sectores más tradicionales de la sociedad, principalmente lo asocio a tradiciones católicas, incluso en la política a la DC o cuestiones incluso de clases, sectores más tradicionales son del perfil más católico. La información y la tecnología contribuyen a que ciertas posturas sean más apegadas a la ciencia y no tanto a las explicaciones religiosas”, sostiene el sociólogo y académico de la Universidad del Alba, Kevin Villegas.

Desde la mirada del sociólogo y profesor emérito de la Universidad de Concepción, Manuel Baeza, los últimos censos muestran un declive relativo del catolicismo, no necesariamente como abandono de la fe, sino como una transformación de sus prácticas tradicionales con menor asistencia a misas, debilitamiento de los sacramentos y auge de expresiones de religiosidad popular.

“Da cuenta de una privatización de la fe, es decir, un distanciamiento de prácticas tradicionales, pero sin renunciar a la fe. Sin embargo, también se constata una ‘profanización’ de las creencias, a saber, una especie de tendencia a la elección libre de las creencias, católicas y no católicas, probablemente con un afán más bien utilitarista; en otras palabras, se puede creer en un Dios único, en la importancia de Jesucristo, en la Virgen María, en la noción de resurrección, etc., pero también en opciones predictivas del tarot, del horóscopo, también en opciones protectoras frente a “malas energías” con el recurso domiciliario al cuarzo, sin hablar de todas las variantes propias de la llamada “religiosidad popular” que introduce, por ejemplo, la importancia de las animitas milagrosas, lo cual parece validar algunas hipótesis que pueden parecer por lo menos discutibles para quienes opinan de manera ilustrada”, analiza.

La prevalencia del individualismo por sobre el colectivo que se experimenta en la actualidad ha tenido efecto en el terreno religioso.

“La presencia de un marcado énfasis en la prevalencia del individuo como realidad a preservar a todo precio, el individualismo como factor negativo de relativización de lo social; esto tiene efectos también en el campo religioso. Toda vez que reafirma la tendencia antes mencionada a la privatización de la fe. Pienso que se trata de una tendencia durable, quizás una transformación definitiva. Por consiguiente, las iglesias, en una lectura fina de estos cambios de alcance histórico, debiesen extraer sus propias conclusiones de manera que puedan acelerar su propia adaptación a los nuevos tiempos”, dice.

Para el profesional existen desafíos que la iglesia debe enfrentar, como recuperar su credibilidad y renovar su influencia en un contexto marcado por una “policrisis” global, abriéndose al diálogo ante nuevas sensibilidades sociales.

“La lectura apropiada de los fenómenos sociales de este siglo, en medio de grandes incertidumbres propias de una “policrisis” (deterioro del medio ambiente y calentamiento climático global, gestación y desarrollo de grandes conflictos bélicos, debilitamiento de los sistemas políticos democráticos, etc.) por un lado y, por otro, la superación de los problemas de alteración de la confianza en las instituciones eclesiásticas que tienen que ver con la credibilidad social en sus propias prácticas, lejos de la menor sospecha de corrupción, de abuso de la confianza de las feligresías, de casos de pedofilia, etc”, menciona.

La mirada de las iglesias

César Sandoval, presidente de la Unión de Pastores de Ñuble, atribuye parte del retroceso católico a los escándalos de abusos y crisis internas que han afectado a esa institución. “El año pasado, en un conversatorio, supimos de un porcentaje muy bajo de nuevos aspirantes al sacerdocio. Eso llamó la atención y tiene que ver con situaciones que enfrentó la Iglesia Católica lamentablemente, por algunos de sus integrantes que tenían un rol preponderante en su momento. Eso ha traído una baja considerable. Mucha gente dejó de asistir. Creo que eso puede ser (por denuncias de abusos sexuales). (…) Lamentablemente, la mala acción de algunas personas afectaron la fe, la creencia. Hubo mucha decepción”, señaló, recordando casos como el de Fernando Karadima, que generaron rechazo a nivel nacional, repercutiendo en Ñuble.

El líder evangélico reconoce, sin embargo, que también en su mundo han existido “malos elementos” expuestos públicamente, aunque destaca que la expansión evangélica en Ñuble responde a un énfasis distinto, donde cada fiel ha logrado llevar su mensaje a diferentes contextos.

“Una de las razones por las cuales ha habido un crecimiento, es que nuestro énfasis ha sido no solamente en asistir a un local de reunión, sino ser Iglesia donde vivamos, trabajamos y estudiamos, para que también la gente sepa cuál es nuestra forma de vivir y pensar. Eso ha sido también una forma de que la iglesia evangélica fue tomando esa conciencia de que somos iglesia en todo lugar. En todo lugar tenemos que tener un testimonio adecuado, correcto, de Jesucristo nuestro Señor, para que la gente pueda reconocer que nuestra afiliación con tal iglesia tiene un respaldo de vida. Lo que vivimos, hacemos y pensamos, tiene que estar respaldado por nuestra regla de fe y conducta, que es la Biblia”, añade.

Sandoval expresa preocupación por el alza de jóvenes que se declaran sin religión, una tendencia que los censos confirman. “Ahí también hay un trabajo que realizar como iglesia. Si la gente tiene una relación, una buena o mediana relación con Dios, va a tener principios, va a tener valores y no va a actuar de la manera que hoy día muchos están actuando”, subraya.

El dirigente también destaca la labor social de las congregaciones evangélicas en la región que han permitido acercar la iglesia a la comunidad e influir en su forma de vida. “Todos los gobiernos han reconocido que la iglesia evangélica tiene centros de rehabilitación de alcohólicos, centros para mujeres, para ancianos, comedores abiertos y hogares universitarios sostenidos por la iglesia. La Biblia nos dice que prestemos atención al extranjero. Entonces, también como iglesia local, hemos estado abiertos, muy atentos a poder ayudar. Aunque los centros no dan abasto, siempre estamos atentos a ayudar en lo que está a nuestro alcance”, explica.

Desde la Iglesia Católica explican que, desde mediados del siglo 20 se viene dando un proceso de secularización de la humanidad, en que lo religioso va quedando relegado al ámbito de lo privado, existiendo una desafección de lo “institucional”.

Los silencios tras las denuncias de abusos sexuales dejaron un manto de desconfianza y una pérdida de credibilidad en los sacerdotes, lo que ha repercutido en una merma de católicos declarados.

“En el caso de Chile, no estamos exentos del proceso de secularización presente en el mundo, pero además, en el caso de la Iglesia Católica chilena en los últimos años el escándalo de los abusos sexuales y de conciencia del clero, y su encubrimiento, ha sido una realidad dolorosa que ha llevado a muchos a alejarse de la Iglesia, a desconfiar de ella, especialmente de los sacerdotes, manifestando esa triste realidad de incoherencia entre lo que decimos y hacemos”, reconoce el sacerdote de la Diócesis Chillán, Patricio Fuentes.

La falta de impulso misionero de los católicos para llevar el mensaje y construir comunidad, así como la poca comunicación y cercanía con la comunidad, están detrás del descenso de las cifras.

“En muchos casos, la tarea pastoral de la Iglesia se ha quedado en “mantener” lo que hay, donde todo queda a iniciativa del clero, sin entusiasmo y valentía por anunciar y hacer presente el gozo de creer en Jesús. Por otro lado, la falta de diálogo con el mundo, con la sociedad, de empatía, es causa de lejanía o abandono de la Iglesia; para muchos, ella, especialmente el clero, aparece como lejana a la vida ‘real’ de las personas, aparecemos ‘pontificando verdades’ pero no siempre escuchando y acogiendo a las personas, y la fe queda reducida a ‘verdades teóricas’ y se oscurece así la fe en Dios, que es el Dios-con-nosotros, el Dios que nos ama y que da sentido a la vida”, revela.

El religioso admite que los datos del Censo son asumidos con autocrítica y humildad. Sin embargo, aclara que la tarea de la Iglesia no es ganar más o menos fieles, sino en lograr creyentes por convicción.

“Tenemos que preocuparnos de la fidelidad a Jesús y su evangelio, pues no se trata de hacer proselitismo, la misión de la Iglesia no está sujeta a movimientos de mayorías o minorías, su misión es anunciar la buena noticia de Jesús, seamos muchos o pocos, ofrecer el don de la fe que suscite creyentes de convicción y no de ocasión”, dice.

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