Como era de esperar, el anuncio realizado por el Presidente Sebastián Piñera el fin de semana, de un “carné de movilidad” para quienes estén inoculados con las dos dosis de la vacuna contra el Covid-19, ha abierto un debate que tiene partidarios y detractores.
La medida, que consiste en un documento que aumentará las libertades de desplazamiento para las personas que ya hayan recibido ambas dosis de la referida vacuna, y contempla los viajes interregionales entre comunas que se encuentren en Fase 2, es respaldada por representantes de gremios del comercio y servicios, que ven en ella una posibilidad cierta de reactivar actividades que han estado en pausa por mucho tiempo, con los costos de quiebras y pérdidas de empleos que son ampliamente conocidos.
Desde el Gobierno argumentan que el sentido del pase es darles oportunidades a aquellas personas que han mostrado mayor responsabilidad. A juicio del jefe de gabinete, “llega el momento en el cual tenemos que empezar a buscar los equilibrios para las personas que tienen sus vacunas, la gente tiene que palpar el premio a su esfuerzo”, dijo ayer el ministro Rodrigo Delgado, incluyendo en su fundamentación el liderazgo que tiene el país en materia de vacunación.
En efecto, la utilidad del carné de movilidad dependerá de la rapidez con la que el país pueda inocular a sus ciudadanos, pero entendiendo que al final perderá su eficacia, ya que una vacunación realmente masiva haría innecesario el pasaporte.
Desde la otra vereda de análisis, el Colegio Médico (Colmed) rechazó de plano esta medida que se hará efectiva mañana, haciendo hincapié en el alto número de casos activos y en la entrega de un mensaje contradictorio, como ocurrió con el permiso de vacaciones de verano, al cual se atribuye el peak de contagios registrado en todo el país en marzo-abril. De acuerdo a varios especialistas, para impulsar una iniciativa de este tipo debería haber un 80% de la población objetivo vacunada, no 52% como ocurre hoy.
Israel, Gran Bretaña, Singapur y China, que hacen el máximo esfuerzo por la reactivación económica, con una efectiva vacunación masiva, expiden certificados que validan la transparencia y garantía de un proceso de bioseguridad y permiten la movilidad sin restricciones para el que esté vacunado. En todas esas naciones también se discutió si la medida resultaba discriminatoria para el que no lo esté, y si las dosis son lo suficientemente efectivas para no contraer nuevamente el virus o transmitirlo.
En cualquier caso, es indiscutible que la certificación contribuye a crear confianza e incentiva el proceso de vacunación, que debe ser reforzado ante el rezago que presentan los grupos de edades inferiores a los 50 años.
Tener un pasaporte, sin duda, también contribuirá a la recuperación económica. Pero si no hay un compromiso de ética estricta por parte de los entes emisores y funcionarios involucrados, así como de los usuarios portadores del documento, de poco o nada servirá esta medida que en ningún caso excluye el uso de mascarillas, el distanciamiento físico y los protocolos de higiene y bioseguridad, cuyo cumplimiento tanto hemos insistido desde esta columna en los últimos 14 meses.