Señor Director:
El fin de semana se realizó una nueva versión del festival LollaPalooza.
Este festival que convocó a miles de personas, unió generaciones, formas de vida y preferencias culturales de todo tipo, además, nutrió a la oferta nacional en materia musical de forma extraordinaria. Con un repertorio que incluye músicos que viajan desde todas partes del mundo y del país, de los más variados estilos, con la finalidad de prestar sus servicios en el caso de haber demanda, y así realizar su vocación. Hace tan solo quince años habría sido difícil ver en un mismo lugar, un mismo día a Quilapayún y a The Strokes. Todo esto con un público de lo más variado, hippies, progresistas, conservadores, liberales y probablemente la mayoría del espectro ideológico nacional.
Lo anterior, en medio de una pandemia que sigue teniendo miles de contagiados diarios, y en un marco geopolítico que tiene al mundo más cerca de una guerra nuclear desde que terminó la Guerra Fría.
Siendo posible que sea una conclusión algo apresurada, lo mencionado es una muestra de que las lógicas del capital y el consumo, pese a todos los cambios que ha vivido nuestro país —gobierno del Frente Amplio y Convención Constitucional mediante—, y el mundo, siguen siendo un motor imparable, de hecho, si no fuera por compañías principalmente privadas con ánimo de lucro (aunque algunas con participación estatal y otras subvencionadas), es poco probable que las medidas sanitarias hubiesen permitido la realización de un evento masivo.
En definitiva, vivimos en tiempos en que los signos son bastante contradictorios, y en los que las posibilidades de consumo y las libertades de las personas para determinar sus preferencias, más el emprendimiento privado, permiten la realización de un evento en el que pueden participar desde las hamburguesas La Crianza a Notco, desde Foo Fighters a Inti.
Ignacio Agustín Figueroa
Abogado