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Los estudios que llevaron a crear la región de Ñuble concluyeron que durante décadas las decisiones e implementación de políticas públicas y medidas concretas en la antigua provincia fueron demasiados vulnerables a los ciclos políticos electorales, al centralismo nacional e intrarregional y a incapacidades técnicas que finalmente causaron la pérdida de su debido cumplimiento en el tiempo y espacio, reduciendo su impacto y eficiencia en la solución de los problemas para los que fueron diseñadas.
Una revisión de los últimos 50 años de planificación nos revela un cúmulo de estudios que eran elaborados en Concepción o Santiago y que sucesivas administraciones archivaron, lo mismo que la ausencia de una visión estratégica de largo plazo, incapaz de prever los cambios y conflictos que iba sufriendo el territorio ñublensino. En otras palabras, el cortoplacismo sedujo a sucesivos gobiernos durante décadas.
Al igual como ocurría con la focalización de recursos, la planeación estratégica también estaba muy influida por el centralismo intrarregional, con un excesivo protagonismo de la provincia de Concepción, en desmedro de las otras tres que conformaban la región del Biobío.
Sin embargo, desde que se creó la figura del gobernador regional electo -que reemplazó a los intendentes designados por el Presidente de la República- la primera misión de quienes aspiran a liderar una región es, precisamente, encarar su grandes problemas estructurales con una visión de largo plazo.
De hecho, cada uno de los candidatos y candidatas que competirá en octubre de este año deberá presentar un programa de gobierno enfocado en los desafíos culturales, sociales y económicos que enfrenta su región. En 2021 no todos cumplieron esta obligación. En Ñuble, solo tres de los seis candidatos presentaron propuestas, entre ellos el actual jefe regional que ahora va a la reelección.
Este es un aspecto sobre el cual la ciudadanía debe poner especial atención, pues solo acciones planificadas pueden hacerse cargo de los temas claves para el desarrollo de las regiones, sobre todo en una como la nuestra, que exhibe indicadores de pobreza y atraso en bienestar y calidad de vida que la sitúan muy por debajo del promedio nacional.
Por eso, faltando cinco meses para esta importante elección, conviene recordar que es una obligación legal de candidatos y candidatas presentar propuestas respecto a Desarrollo Regional, Ordenamiento Territorial, Desarrollo Social y Fomento Productivo, los cuatro pilares de la gestión de un gobernador o gobernadora.
Igualmente, es oportuno advertir a quienes pretenden guiar los destinos de la región de la tentación de buscar dividendos políticos y figuración con propuestas y promesas que escapan a sus facultades y campo de acción. Un irritante ritual que vemos en cada elección, como si prometer a destajo fuera sinónimo de capacidad intelectual o política. La visión estratégica que se necesita para gobernar a Ñuble es de tal importancia que debe ser asumida con responsabilidad y espíritu cívico, trascender las mañas de la competencia electoral, y ojalá iluminar los ámbitos más relevantes de nuestra realidad económica y social.