Tras ver jugar a Ñublense ayer ante Wanderers, la conclusión es una sola: El equipo chillanejo es candidato fijo al descenso. Sí, otra vez, si sigue evidenciando este nivel de juego, está condenado al infierno.
Después de siete fechas, el estreno del nuevo entrenador Jaime García, confirmó lo peor.
El cuadro ñublensino viene en picada, agudizando sus errores defensivos, que lo transforman en el cuadro más goleado de la B (15 goles en contra en 7 partidos), con una preocupante falta de calidad y jerarquía individual, bajos rendimientos, pobreza de variantes y una falta de experiencia que puede pesar en el torneo.
El puntero de la B apabulló a un Ñublense que no solo repitió errores groseros e imperdonables en defensa, sino que además, no tuvo ni siquiera respuestas anímicas frente a un rival que le dictó cátedra sobre cómo se debe jugar en esta categoría.
Wanderers fue un equipo altamente dinámico y agresivo en todos los sectores de la cancha, sólido en el fondo, punzante en ataque, pensante, pragmático y metedor en la zona media. Así fue neutralizando a Ñublense que de la mano de García apostó por agruparse defensivamente y jugar al pelotazo, buscando el fútbol directo. Pero no le resultó.
Aportó poco fútbol y fue presa de la imprecisión. Con dos estocadas en contra y la expulsión de Ignacio Ibañez, la debacle se desató por completo.
Wanderers pasó la aplanadora ante un equipo que ni siquiera puso amor propio en la cancha y evidenció su falta de nivel para competir con planteles mejor estructurados, equilibrados y de mayor calidad individual.
Lo que preocupa es que en Ñublense ni siquiera la columna vertebral está dando el ancho. Ayer las actuaciones de Miguel Jiménez, Leonel Corro, Fernando Lazcano y David Escalante fueron precarias, y si a eso, sumamos que “los jóvenes” son “apuestas”, que pasan por un mal momento y sicológicamente están golpeados, el panorama de Ñublense es oscuro.
Jugando así, con tanta inocencia, repitiendo errores y agudizando falencias. Ñublense tendrá que solo apostar a no descender. Jaime García tendrá que cerrar los ojos para tratar de inyectarle, por último, amor propio a un plantel que, simplemente, es inferior en calidad a varios de sus rivales.