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Cambios en educación

Es evidente la necesidad de que nuestro sistema escolar, sobre todo en el nivel secundario, avance en un proceso de renovación a fin de adecuarse a las demandas de cambio que exige nuestro tiempo, tanto en cuanto a conocimientos actuales como en relación con los nuevos medios tecnológicos, como ha quedado demostrado en esta pandemia.

Centrando especialmente la mira en la enseñanza media, es inquietante que 20 años después de promulgada la ley que instauró la obligatoriedad de los 12 años de escolaridad para los jóvenes de entre 6 y 17 años, la deserción siga siendo un grave problema. Y es que no es posible aspirar realmente a dar un salto educacional -clave para avanzar hacia una sociedad que entregue a todos sus ciudadanos igualdad de oportunidades- en la medida que más de 200 mil niños y jóvenes abandonen su enseñanza escolar.

En efecto, hoy la cobertura escolar alcanza altas tasas, pero un número importante de estudiantes no completa su enseñanza básica y media, lo que se ha visto acentuado por la crisis sanitaria del covid-19, limitando de ese modo su porvenir laboral y personal.

Los resultados de investigaciones recientes son especialmente preocupantes, porque dan cuenta de un fenómeno que viene a profundizar los ya altos niveles de desigualdad que exhibe la educación chilena. Esto porque más del 70% de todos los estudiantes que se encuentran fuera del sistema escolar proviene de los dos primeros quintiles. Esta injusta situación exige innovaciones adecuadas que, en el plano de la enseñanza, algunos especialistas han vinculado -acertadamente- con el acceso a medios tecnológicos y un buen aprendizaje de sus usos.

Sin duda, ello no representa solamente una opción en medio de la pandemia. Se trata de una demanda de los nuevos tiempos para que los y las estudiantes de hoy puedan incorporarse en un futuro próximo al mundo del trabajo, de los estudios superiores y de la interacción social. En pocas palabras, se trata de responder a necesidades que condicionan buena parte de la existencia de nuestros jóvenes.

Una cuestión central nos lleva a preguntar para qué sociedad y forma de vida debe prepararse el colegio del presente y del futuro. Porque parece lógico que los problemas actuales que enfrenta el aprendizaje escolar se vinculen principalmente con el sostenido avance de la alianza económico-tecnológica, sobre todo eficaz en los países de elevado potencial industrial.

En este punto es indispensable destacar que nuestro sistema escolar debe buscar con criterio que las innovaciones que se vienen introduciendo no afecten ni omitan la consideración de nuestros valores sociales, éticos e históricos. Por lo tanto, la renovación de los contenidos de la enseñanza que se reclaman, mantiene, a la vez, los valores que han dado vida y consistencia a nuestro sistema educativo.

La innovación a la que nos referimos supone -para los estudiantes- igualdad de acceso a internet y a dispositivos tecnológicos y nuevos métodos didácticos para los maestros, pero lo que no puede pasar es que se abandonen las claves de los méritos humanos y espirituales que orientaron la enseñanza en el pasado y que hoy nos deberían servir para mirar un futuro mucho más exigente

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