Señor Director:
Con ocasión de la inauguración del monumento a Patricio Aylwin en la Plaza de la Ciudadanía, el Presidente de la República dijo que “… si alguna vez en el futuro lejano… se nos recuerda a los Cariola, Jackson, Vallejo y Boric de la actual generación como hoy día se recuerda a Aylwin, Frei, Leighton, Tomic y Fuentealba, sin lugar a dudas habremos cumplido nuestro cometido”. En verdad, sería una buena noticia que el Mandatario y varios de sus socios políticos cambiaran el juicio precario y desdeñoso con que hasta ahora han examinado la historia del país anterior a que ellos ocuparan posiciones de influencia, especialmente la de las últimas tres décadas.
Los arrestos de superioridad moral que cotidianamente transmiten sus actos y palabras, al final revelan más acerca de la catadura que los distingue a ellos, que de la efectiva peripecia histórica que, en su hora, enfrentaron las generaciones anteriores, y, en definitiva, discriminan, dividen y dañan la convivencia. Sobre todo, cuando la opinión más recurrente sostenida por intelectuales, académicos, analistas e incluso algunos políticos con mayor información, es que nuestro Chile atraviesa una fase histórica particularmente plañidera, de alarmante precariedad y bajo nivel de sus dirigentes y, en general, del debate público. En este sentido, si se observa con atención la vida política actual, no parece que quienes hoy ejercen la conducción superior del Estado se distancien significativamente de ese parecer desalentador, carente de mensaje y poco estimulante.
Gustavo Adolfo Cárdenas Ortega
Abogado