La ciudad y lo que en ella ocurre moldea a sus habitantes. Este vínculo lo podemos constatar desde tiempos remotos y a partir de él encontrar una explicación para el otrora carácter reposado y reflexivo de los chillanejos. Igualmente, nos sirve para encontrar respuesta a otros aspectos de nuestra personalidad, como la resignación y cierto fatalismo, asociado quizás a los terremotos que han destruido en tres oportunidades la ciudad, pero que al mismo tiempo han obligado a reconstruirla, forjando en el pasado siglo 20 un temple especial en los chillanejos y chillanejas.
¿Pero qué está ocurriendo hoy en día? ¿Qué tipo de ciudadano se ha ido forjando en una ciudad que hace 30 años despertó de su siesta provinciana y aún se encuentra a medio camino entre la tradición y la modernidad?
Generacionalmente, se advierten diferencias y no menos contradicciones. El crecimiento demográfico, los errores en la planificación territorial, la escasez y encarecimiento del suelo, los avances de la tecnología, la creciente brecha entre pobres y ricos y la movilidad social, están marcando la pauta y dando una nueva forma a Chillán y también a los chillanejos.
Competitivos, aspiracionales, más irascibles, son características que emergen al hacer este nuevo perfil y que conviven con aspectos positivos de nuestra personalidad, esos que nos hablan del apego a la familia y la solidaridad, y que en un futuro próximo tendrán otra gran prueba al enfrentarse a un tema para el que no estamos lo suficientemente preparados: el envejecimiento poblacional.
Una pregunta clave que tiene que hacerse el nuevo alcalde Camilo Benavente y su equipo es por las repercusiones negativas que puede tener esta ciudad que ha comenzado a ponerse hostil y que puede empeorar para los segmentos más vulnerables de nuestra sociedad, si no se adoptan estrategias a corto y mediano plazo.
Una de las enseñanzas básicas de la ciencia política es que la realidad política es siempre multifacética, y que en la dinámica de su actividad puede distinguirse entre dos caras, una táctica y otra arquitectónica. En la primera, que comprende lo vinculado con la lucha por alcanzar el poder, Benavente y su equipo ya hicieron el trabajo y lo hicieron bien; pero ahora debe desenvolverse en la otra cara, la arquitectónica, que se refiere a las tareas que se llevan a cabo desde el poder para diseñar y ejecutar políticas, planes y programas, que beneficien a las personas, impulsando el desarrollo y una mejor calidad de vida.
Es un desafío mayor y el sentido profundo del servicio público, más allá de simbolismos y formalidades necesarias, como los ceremoniales de traspaso y las diplomáticas expresiones de fraternidad y republicanismo que los preceden y que ayer volvimos a escuchar.
La capital de la Región de Ñuble llegará en pocos años a los 200 mil habitantes, y tiene las condiciones para convertirse en una mejor ciudad: sostenible ambientalmente, mejor planificada, educada y tolerante socialmente. Una combinación para la que aún falta bastante, no obstante el diagnóstico es claro y ampliamente compartido, aunque no siempre traducido en acción por quienes han debido orientar y tomar las decisiones para cambiar el modelo de ciudad que se viene aplicando desde hace décadas. Ese es el desafío del nuevo alcalde y su equipo de gestión.