Aunque la megasequía que afecta a la zona central de Chile y la Región de Ñuble desde 2010 debiera tender a disminuir por efectos naturales, el impacto del ser humano en el cambio del clima mundial podría atrasar esta recuperación, e incluso acentuar este tipo de fenómenos en el futuro, lo que dependerá en gran medida de cómo se manifiesten los impactos antropogénicos en las variables atmosféricas y oceánicas del planeta.
Esta sequía es la de más larga duración de Chile central desde que existen registros instrumentales y posiblemente una de las peores de los últimos mil años.
Así se concluye del artículo científico “La mega sequía en Chile central (2010-2018): un clima en perspectiva dinámica”, de los científicos nacionales René Garreaud, Roberto Rondanelli -ambos del Departamento de Geofísica de la Universidad de Chile y del Centro de Investigación del Clima y Resiliencia (CR2)-, Juan Boisier (CR2) y los investigadores del Departamento de Geofísica de la Universidad de Concepción Aldo Montecinos, Héctor Sepúlveda y Daniel Veloso, el primero además integrante del Centro de Recursos Hídricos para la Agricultura y la Minería, de la U. de Concepción.
Esta condición de bajas precipitaciones, que significa que llegan entre Valparaíso y La Araucanía, incluyendo a Ñuble, unos cinco a seis sistemas frontales menos al año, se debe a un componente principal de tipo natural, influenciado por el océano, que es responsable en al menos un 50% de la condición seca actual del centro de Chile. Sin embargo, el impacto porcentual de la actividad humana y sus efectos en el clima son inciertos, aunque el estudio alerta que estaría en alrededor del 25%, y que seguirá empujando a Chile central hacia una condición seca durante el resto del siglo XXI, “con una intensidad que dependerá del escenario de emisión (de gases de efecto invernadero) que seguirá la humanidad”.
El estudio fue publicado hace un mes en la revista especializada Internacional Journal of Climatology y detalla que “anticipamos solo una recuperación parcial de la precipitación en el centro de Chile en las próximas décadas”.
El Dr. Montecinos indicó que “este efecto nos hace suponer que las sequías serán más recurrentes en perspectiva al año 2050, al punto que se pronostica una disminución de precipitaciones de entre 5 y 20%, lo que significa bajar de 1.000 milímetros de agua al año a 800 mm., en el peor de los casos”.
Este ejemplo es relevante para Ñuble, que tiene promedios históricos de 1.058,8 milímetros anuales y a la fecha tiene un -33% de déficit, con 509,6 milímetros caídos, mientras que en un año normal debieran caer 755,5 mm. El año pasado, a igual fecha, el escenario era más desfavorable, con 390,5 milímetros de agua caída.
Respecto a las perspectivas de la actual sequía, el investigador explicó que supone que no durará 20 años, pero que es muy complejo hacer pronósticos con tantas variables en juego, pues además hay que sumar el efecto que pueden provocar El Niño o La Niña en cualquier momento de los próximos años.
Efectos
El actual déficit de precipitación ha provocado la disminución de la capa de nieve andina, de los volúmenes de los embalses y de los niveles de agua subterránea en la misma área geográfica. Inclusive, la descarga media de los ríos disminuyó hasta un 90%, así como la exportación de nutrientes al mar con posibles impactos en la ecología costera. Y para aumentar los problemas, esta sequía ha coincidido con la década más cálida registrada a la fecha, lo que significó el aumento de un 60% de los incendios forestales. Datos obtenidos de estudios previos en los que participó el Dr. Garreaud.
Para obtener todo esta información, relaciones naturales y efectos humanos, el artículo se basa en investigaciones financiadas por el Fondo de Financiamiento de Centros de Investigación en Áreas Prioritarias y el Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico; ambos de la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica. En ellos se incluyó observaciones, simulaciones de modelos, análisis de datos históricos, experimentos numéricos y otras investigaciones de radiación solar, cambios en la precipitación, en la circulación y en la temperatura atmosféricas, y sus potenciales interrelaciones. En general, estos análisis dieron por conclusión que el largo tiempo que ha durado la sequía se debe en gran medida a la permanente reiteración de “un patrón de circulación a gran escala en el invierno austral que obstaculiza el paso de tormentas extratropicales hacia el centro de Chile”.
Para el caso del efecto antropogénico o humano, los resultados confirman que esta sequía prolongada “se debe en gran medida a la alteración de la circulación atmosférica normal producto de anomalías o cambios de la temperatura superficial del mar, superiores a +1°C en una región subtropical del Océano Pacífico”. Mientras estas anomalías positivas se mantengan, posiblemente la sequía también lo hará. Por lo que para los científicos es prioritario entender las causas que originan estas anomalías. “No descartamos que también sean un resultado de la alteración de la composición de la atmósfera provocadas por la humanidad”, precisó Montecinos.