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No es necesario ser experto para apreciar los trastornos que ha sufrido el clima en las últimas décadas. El aumento de las temperaturas, la disminución de las lluvias, la mayor recurrencia de los fenómenos de El Niño y La Niña, entre otros elementos, dan cuenta de que el cambio climático ya no es algo del futuro, sino que del presente.
Además del impacto que esto tiene en la vida cotidiana de las personas, se está notando un efecto bastante traumático en la agricultura, una de las principales actividades económicas de la región de Ñuble.
La escasez de agua, tanto en los cursos de agua superficiales como en napas subterráneas, está haciendo más difícil la vida en la campo, con frecuentes crisis que han obligado a las autoridades a ir en ayuda de las familias más vulnerables, que muchas veces no cuentan ni siquiera con el suministro para el consumo humano. En la Región hay aproximadamente 15 mil familias que reciben agua de camiones aljibes, en las comunas del secano la situación llega a ser crítica, y los cultivos se ven amenazados por la escasez.
En por ello que urge abordar la problemática que acarrea el cambio climático desde la perspectiva agrícola, que hoy sufre disminución de las precipitaciones, la reducción de las horas de frío, el aumento promedio de las temperaturas y la menor disponibilidad de agua. Y lo importante es que se haga ahora, porque como ha quedado de manifiesto, el cambio climático ya llegó.
En este sentido, mejorar la infraestructura de riego debiera convertirse en el principal desafío de las autoridades y de los agricultores, para avanzar a cultivos más rentables y exportables.
Lamentablemente, el camino ha sido muy lento respecto de lo que se necesita y la región se está quedando atrás en eficiencia en el aprovechamiento de agua y también en obras de acumulación. Basta mencionar que somos la región que tiene menos agua embalsada, con 29 millones de metros cúbicos que están en el tranque Coihueco. En cambio, nuestros vecinos de Maule tienen cerca de 300 millones de metros cúbicos y los de Biobío solo con la Laguna del Laja superan los 5.500 millones de metros cúbicos.
Pero ello no basta: se requieren más inversiones en tecnificación del riego y en construcción de más canales y acumuladores de agua que permitan contar con el recurso en los meses críticos, y también es clave avanzar en investigación para el aprovechamiento sustentable de los acuíferos subterráneos y multiplicar el trabajo científico que se está haciendo para desarrollar especies más resistentes que se adapten al estrés hídrico y a las altas temperaturas. La Universidad de Concepcion y el INIA han avanzado en este ámbito, pero se requiere sumar más esfuerzos del sector privado, pues finalmente la introducción de nuevos cultivos tiene que ver con la decisión estratégica de agricultores, así como también de las empresas.
No cabe duda que Ñuble seguirá creciendo al ritmo de las cosechas, como ha sido siempre, pero ahora también deberá incorporar otros compases, como el de la sustentabilidad y la agregación de valor.