De todas las situaciones excepcionales que afectan hoy al planeta ninguna resulta tan amenazante como los devastadores efectos que impone el calentamiento global. Es un desafío que no reconoce fronteras, que está causando lluvias torrenciales y sequías y desastres en la producción alimentaria.
Así lo confirma el sexto informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) que tras 3 años de trabajo, ayer presentó la primera parte de su radiografía de esta crisis de alcance global.
Este primer informe, centrado en la parte física y climática, ha sido elaborado durante tres años por 234 científicos de renombre de 66 países. Las conclusiones, a su vez, han sido revisadas por un centenar de fuentes científicas y gubernamentales externas, que han añadido 51.387 comentarios al redactado final. En total, solo este documento se sustenta en más de 15.000 referencias académicas.
Es, por lejos, el estudio más completo sobre el cambio climático que se ha realizado a la fecha y su primera conclusión, la más contundente, es que identifica a los responsables de la crisis. “El aumento de gases de efecto invernadero en la atmósfera ha sido, inequívocamente, causado por la actividad humana. La concentración de estos gases sigue en aumento desde 2011. La emisión de esos gases ha sido el principal impulsor del calentamiento global. Este factor, por sí solo, ha contribuido al calentamiento global entre uno y dos grados”, establece el documento.
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático también corrobora que “muchos de los cambios observados en el clima no tienen precedentes en miles, si no en cientos de miles de años”. De ahí que, según destacan, estamos ante una crisis sin precedentes. En 2019, las concentraciones de CO2 atmosférico fueron más altas que en cualquier otro momento de los últimos 2 millones de años y las concentraciones de CH4 y N2O fueron más altas que en los últimos 800.000 años.
Los expertos llaman a “aplicar medidas inmediatas, contundentes y a gran escala para reducir la emisión de gases de efecto invernadero”. Solo así, argumentan, conseguiremos contener el avance de esta crisis climática que es global, pero también local. Y por lo mismo, es necesario preguntarse qué estamos haciendo en Ñuble para moderar los impactos negativos de este fenómeno.
Nuestra principal contribución tendría que ir de la mano de una agricultura y ganadería más sustentables que incluyan una reducción de las emisiones directas que provienen del dióxido de carbono y metano, y también las indirectas, como la energía, la producción y utilización de maquinaria agrícola y el transporte de insumos y cosechas. Ser parte del mundo y contribuir a evitar que se superen los dos grados centígrados antes de 2050 nos coloca frente a un reto ambiental, económico y ético.
La Región de Ñuble debe proyectarse hacia un porvenir de bajas emisiones y a una industria agroalimentaria que si es capaz de acreditar su sustentabilidad tendrá abiertas las puertas de los mercados de todo el mundo y, al mismo tiempo, aportará a conservar la salud del planeta.