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Señor Director:
La incertidumbre asociada a la “permisología’ está encareciendo los proyectos y, por ende, desincentivando la inversión y el crecimiento de nuestro país. Eso es un hecho.
Sin embargo, detrás de esta verdadera enfermedad que comentamos entre actores del rubro de la construcción, existe una capa que está pasando desapercibida detrás de esta serie de permisos (muchas veces triplicados) y de plazos eternos, que parecen un mal necesario para tramitar un nuevo proyecto. Se trata de la burocracia, que no tiene cara y que es imposible encontrar cuando se exige el cumplimiento de una norma o su respectiva aclaración.
No la reconocen quienes la legislaron, ni tampoco aquellos que la implementan o fiscalizan en algún servicio público. Tampoco es propiedad de algún secretario de Estado que debe tomar una decisión respecto del futuro de una iniciativa. Estamos frente a una dominación burocrática anónima, que entrampa y paraliza, y no existe gestión ágil para revertir esta situación. Como unos legislan y otros ejecutan, no hay con quién conversar, ni menos a quién protestar.
Por algo, entre los miembros de la OCDE, Chile anota el triste récord de ser uno de los países que presenta mayor complejidad en sus procedimientos regulatorios para la aprobación de nuevos proyectos.
Es urgente ponerle rostro a la burocracia, sacar el freno de mano y subirnos al tren de la inversión.
Rodrigo Boetsch