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Burlarse del uniforme

Señor Director:

En estos días volvió a abrirse la controversia por el cántico “el que no salta es paco”, esta vez porque varios dirigentes oficialistas con familiares en Carabineros expresaron su incomodidad. Y cómo no. Cuando un insulto colectivo se convierte en rito festivo, quienes cargan con la burla no son las instituciones abstractas, sino las personas concretas que visten el uniforme y sus familias, que escuchan cómo su trabajo queda reducido a un eslogan de gradería.

Se puede exigir mejoras y transparencia, y se pueden denunciar abusos cuando existan. Eso es parte del debate democrático. Pero otra cosa muy distinta es celebrar la deshumanización como si fuera un gesto de valentía moral. Para algunos será un chiste; para otros, es escuchar que la profesión de un padre, una hermana o un hijo se transforma en motivo de desprecio público.

La crítica responsable fortalece. El insulto masivo debilita. Y una sociedad que convierte a servidores públicos en objeto de mofa termina dañando la convivencia que pretende proteger.

Porque cuando un país aprende a saltar sobre la dignidad de otros, tarde o temprano se cae sobre la suya. Y ahí, la caída ya no es metáfora: es realidad.

Kênio Estrela

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