Los vecinos, Hilda Gómez Cisternas y Carlos Ruíz Meza, celebraron 70 años de matrimonio en Chillán en compañía de su familia, sellando así sus bodas de titanio.
Los enamorados se conocieron en el Puerto de Valparaíso, gracias a una amiga de él quien los presentó, encuentro que dio inicio al romance y ,tras permanecer un año con anillos de novios, consagraron el sagrado vínculo.
El tiempo pasó y la pareja concibió cinco hijos, ocho nietos y siete bisnietos. Hace más de 40 años, Hilda, quien es oriunda de Valparaíso, y Carlos, proveniente de Valdivia, viven en tierras ñublensinas, específicamente en la Villa Libertad Oriente, donde han consolidado su hogar. Comentaron, que ya no extrañan sus ciudades de origen, porque consideran a Chillán una ciudad tranquila que les ha permitido vivir bien y satisfacer todas sus necesidades.
¿Cuál es la fórmula para celebrar siete décadas juntos? La respuesta, en voz de Hilda, está en cultivar la paciencia, mantener vivo el amor, trabajar en equipo y saber perdonar.
“Tener paciencia, con hijos debe existir paciencia. (…)Mi marido era un hombre que ayudaba mucho en las labores de la casa. Llegaba y se cambia el uniforme para ayudar, mientras me preocupaba del aseo y la cocina. Por ejemplo, en verano íbamos a la playa, yo me preocupaba de los niños y él se preocupaba de la comida. Íbamos al estadio también. Mis hijos salieron muy buenos. No son drogadictos, tienen buena situación y son muy tranquilos. Yo soy muy cariñosa, de piel, abrazo y demuestro el amor, para mi el amor sano lo es todo y lleva a muchas cosas positivas. No le voy a negar que hay momentos en que da rabia también, pero pasa y hay que perdonar todo, lo bueno y lo malo, porque en un matrimonio hay altos y bajos. No puede ser todo perfecto, entonces, ahí depende de la mujer y pensar en sus hijos, no dejarlos sin padre, así era yo. Nunca sufrimos un quiebre, sí que nos alejábamos y peleamos, no hay un matrimonio perfecto, pero yo me callaba por los niños para evitar conflictos. Yo soy feliz, gracias a mis hijos conozco el extranjero, he ido a Europa”, expresa
En el presente, Hilda tiene 89 años y Carlos, 91 . En el caso de ella, se declara activa, sociable y optimista, mientras Carlos, quien tiene un problema a las caderas, mantiene sus lazos con sus colegas en el círculo de marinos retirados “El chinchorro”. Su condición de salud, le genera dificultades para caminar, pero a paso lento no deja de asistir a sus encuentros con sus compañeros de filas.
Según Hilda, para crecer como pareja por largos años, es fundamental mantener la alegría y disfrutar el presente a pesar de las dificultades de salud.
“No me gusta cuando en el grupo de gimnasia se hable de enfermedades, porque la mente influye mucho. Yo soy diabética y tengo la presión alta. Me cuido, tomo mis remedios y todavía hago gimnasia, desde hace 28 años. Hace cinco años que no me resfrío, y yo me levantó a las 7 de la mañana, invierno o verano, voy a gimnasia, no falto nunca. Mi marido sufre de la cadera, no ha podido operarse por la edad, pero igual sale, porque pertenece al círculo de marinos de Chinchorro, donde es presidente. A penas camina, pero igual va. Yo soy más ágil, voy al mercado, a gimnasia, me tomó un café en la Fuente Alemana y vuelo para la casa. Me reúno con mis amigas de la gimnasia, me celebraron mi cumpleaños en grande. Nos reunimos en el verano y hacemos humitas”, comenta.
Tras celebrar junto a sus seres queridos las bodas de titanio, la vecina chillaneja, por adopción, se siente feliz junto a su marido, porque se han complementado en el plano sentimental dado el carácter diferente de ambos.
“Ha sido buena la vida juntos. Hay que tener paciencia de aguantarme a mi también ja,ja,ja, porque también contesto. Hay veces que él también me pregunta qué me pasa. Pero siempre amanezco bien, nunca de mal genio. Él es el amor de mi vida, el padre de mis hijos. Muy responsable, por lo menos, con mis hijos. Es muy respetuoso, pero no es de piel mi marido. Yo soy de abrazar y besar. Yo cuando le digo: dame un beso, viejo, me tira un beso con la mano no más. Él es más frío y yo cariñosa. Él siempre ha sido preocupado por sus hijos, ha vivido por ellos. (…) Teniendo paciencia, siempre alegre, aunque vengan los días malos, siempre pasándolo bien. Para mi la mente siempre lo hace todo, no hay que hablar de enfermedades, porque hay pasarlo bien, hay que vivir el momento. Ser positiva porque se contagia al resto”, detalla.
Su hijo Grimaldo, quien fue parte de la celebración de sus padres el miércoles pasado, se manifestó agradecido por la formación que le han dado y orgulloso de la familia que han construido a lo largo de los años.
“Más que una historia de amor, lo veo como una historia de vida donde hubo cinco hijos y lo mejor que me dieron fue buenos hábitos, mucho cariño y mucha entrega. La prueba de esto, está en el reconocimiento de cada una de sus hijos donde, en lo personal, hoy para mi veo la admiración hacia mi madre y mi padre, ya que gracias a ellos somos lo que somos como personas”, valora.