El protagonismo político de las ciudades no es un invento de politólogos, es la consecuencia de la aceleración de la dinámica territorial que a lo largo de todo el siglo XX y lo que va del actual ha ido concentrando en las áreas urbanas actividades económicas, capacidad de decisión, infraestructura, oferta de servicios avanzados y tramas relacionales.
En ese marco, ciudades como Chillán, Chillán Viejo y San Carlos son áreas donde evidentemente el proceso es más intenso, disparejo e imperfecto. Por esa razón, constituyen un desafío mayor construir en ellas entornos urbanos en los que la materialización de los factores que empujan al alza los indicadores de calidad de vida no sea una declamación vacía o un horizonte utópico, sino la agenda de trabajo de sus autoridades y de la sociedad civil.
Para objetivar esa visión, un instrumento que puede ser muy útil son los indicadores, sobre todo aquellos que provienen de mediciones bien realizadas, como el Indice de Calidad de Vida Urbana (ICVU) que realizan cada año la Cámara Chilena de la Construcción y el Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales de la PUC y que en su última entrega, en mayo pasado, concluyó que mientras Chillán había aumentado sus niveles de calidad de vida, pasando de una categoría Media-Baja a Media-Alta; las de Chillán Viejo y la de San Carlos se mantuvieron en una categoría Nivel Bajo respecto al periodo 2020-2021.
Para explicar este salto de categoría que experimentó Chillán, su condición de capital regional aparece como el principal argumento, lo mismo que la mayor captación de recursos provenientes del Fondo Nacional de Desarrollo Regional, que se han incrementado por igual razón.
Así, mientras que dentro de las dimensiones de Ambientes laborales, Chillán presenta 30,1 cajeros automáticos por cada 10 mil habitantes, Chillán Viejo cuenta con solo 3,5 y San Carlos con 18,8.
Menos dispar asoma la creación de nuevas empresas. En Chillán 77,4 por cada 10 mil habitantes, 79,4 en San Carlos y 89,0 en Chillán Viejo, confirmando un mayor dinamismo derivado de su ubicación y potencial para la actividad logística e industrial.
Respecto a la dimensión de Conectividad Digital, las diferencias son evidentes: 51 de cada mil personas en Chillán cuentan con conexiones residenciales fijas a Internet, en cambio en Chillán Viejo la tasa es de 21,5, y en San Carlos, es de 17,1.
El ICVU, lo mismo que otros estudios, aporta una referencia relevante que debería ayudar no solo a una mirada atenta sobre las buenas y malas prácticas con que evolucionan las tres principales ciudades de la región, sino también a motivar el compromiso de las diferentes autoridades para emparejar una cancha que se muestra muy desnivelada, al igual que una planificación que recoja las verdaderas prioridades y esté sometida a un monitoreo abierto y periódico de los logros en relación con los objetivos propuestos.
Pensar el lugar que vivimos y hacerlo con información y transparencia debe ser la base de un desarrollo urbano equilibrado, planificado y sostenible, con una mirada a largo plazo, lo que no significa abandonar temas tan simples como tapar los hoyos de las calles y mejorar las áreas verdes y la iluminación pública.